Gabriela Mistral

 



Árbol muerto.

                                                                  A Alberto Guillén


   En el medio del llano,

un árbol seco su blasfemia alarga;

un árbol blanco, roto

y mordido de llagas,

en el que el viento, vuelto

mi desesperación, aúlla y pasa.


   De su bosque, el que ardió, sólo dejaron

de escarnio, su fantasma.

Una llama alcanzó hasta su costado

y lo lamió, como el amor mi alma.

¡Y sube de la herida un purpurino

musgo, como una estrofa ensangrentada!


   Los que amó, y que ceñían

a su torno en septiembre una guirnalda,

cayeron. Sus raíces

los buscan, torturadas,

tanteando por el césped

con una angustia humana...


   Le dan los plenilunios en el llano

sus más mortales platas,

y alargan, por que mida su amargura,

hasta lejos su sombra desolada.

¡Y él le da al pasajero

su atroz blasfemia y su visión amarga!


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