Antonio Gamoneda

 


He tirado al abismo el hueso de la misericordia; no es necesario

cuando el dolor es parte de la serenidad, pero la lucidez trabaja

en mí como un alcohol enloquecido.

Sé que las uñas crecen en la muerte. No

baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al expulsar

la falsedad, nos desollamos y

no viene nadie. No

hay sombras ni agonía. Bien:

no haya más que luz. Así es

la última ebriedad: partes iguales

de vértigo y olvido.



Antonio Gamoneda

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