Sylvia Plath

 




Los bailes noctunos



Cayó una sonrisa en la hierba.

¡Irrecuperable!


¿Y cómo tus bailes nocturnos

van a perderse? ¿En las matemáticas?


Tales brincos y espirales puros…

De cierto que recorren


el mundo para siempre; pero no quedaré

enteramente vacía de bellezas: el don


de tu pequeño aliento; el olor

a hierba empapada de tus dormires -azucenas, azucenas.


Incomparable es tu carne.

Fríos pliegues de ego: la cala


y la tigridia, que va embelleciéndose…

Manchas – y una expansión de pétalos calientes.


Los cometas

tienen tanto espacio que recorrer,


tanta frialdad, tanto olvido.

Así se pulverizan tus gestos:


cálidos y humanos; luego su luz rosada

que sangra y se desuella


al pasar por las negras amnesias del cielo.

¿Por qué me son dados


esas luminarias, esos planetas,

que caen como bendiciones, como copos


hexagonales, blancos,

en mis ojos, mis labios, mi cabello


derritiéndose al contacto?

En ninguna parte



Sylvia Plath

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