Juan José Saer

 




Leche de la Underwood


Por delicadas que sean, las mañanas

envilecen; lo destructible vacila

y lo que pareciera, frente a nosotros, perdurar,

no nos acoge, menos cruel que indiferente. Animal

anónimo, por más que grites, nadie escucha,

y ni por lejos la lengua es la que conviene.

Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,

nadie niega, pero habría que desandar,

salir, si fuese posible, del centro de la noche,

y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo.

Tantas tardes que resbalan:

ya no se sabe

en qué mundo se está, y sobre todo si se está

en un mundo. Se muerde

un fantasma de manzana, mientras sigue merodeando,

como desde un principio, lo oscuro. Destellos

de un sol de invierno en la ciudad

transparente; brillos, rápidos o lentos,

que algunos blanden como pruebas

abandonándose, soñadores, su tibieza. Entre tantas

estrellas, esperanzas: relentes

de un reino animal.


Juan José Saer

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