Alejandro Zambra
(4)
(Fue la mano
no era yo
quien saludaba:
había una vez una mano
una mano sola
una mano y un brazo
había una vez un brazo
revisando a tientas
el fondo de una
bolsa.
Entonces la bolsa y el brazo
—y la mano—
hicieron un
compromiso.
Eso hicieron, un compromiso:
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
si y sólo si
los vasos, las tijeras y las
resmas, si y sólo si el sol sale
prudentemente de la escena
si y sólo si los cigarros
guardan estricto silencio
si el café sigiloso se empoza
y los ojos sobre todo
los ojos se limitan
a observar
a las plantas que crecen
estoica anónimamente
mientras cae
no la noche pero
algo: una sombra peligrosa
que recubre de una vez
los pestillos
los pasillos y el autor
que revuelve la cerveza
—eso hace,
revuelve la cerveza,
saluda a la cámara,
dice ruido por decir algo
hace formas con la mano
y con las cejas
con el brazo consigue
los papeles revisa
las líneas que le tocan
y decide por ejemplo
limpiar los azulejos
revisar los mensajes
no enviados, comenzar
desde ahora con
minúsculas:
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
pero la mano siempre termina sola
atentamente sola
pobre mano sola
que entonces saludaba
atentamente a quién.)
Alejandro Zambra
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