Claudia Caisso

 


Venecianas


Sé que ya no me piensas

cuando veo las lavandas

hacerse legendarias.

Entonces irrumpen los caminos

de la abeja moviéndose

sobre una cinta de Moebius

para abrir el punto de fuga

de la literalidad que a veces hay en las palabras

mientras el aire mece el recuerdo

de tus pasos circulando entre las puertas

esgrimiendo el tránsito en espiral

de la luz de arriba hacia abajo…


Veo agitarse una hilera

de plantitas de nácar

tus bostezos sin urgencia

la vitalidad con que juegan

en el jardín de la otra orilla

varios chicos cuando caen

se ríen y después se levantan.


Ya no me piensas, lo sé:

converso con la materialidad de tu ausencia

para que mi voz no enmudezca

y me abrigue de la intemperie

la imagen del pequeño espacio

entre “lo restante y lo restado”

donde escribía Lezama

cerca de la cocina

en la casa de calle Trocadero

en la médula de las apetencias

allá, en La Habana.

Con el dolor hago una lista

que ojalá fuera margen y bordado

para que el acto de mirar

tus cosas últimas

no generara tanto extravío:

un cordón tejido con lana rosa

un cepillito azul de cerdas suaves

el mantel de Zinacantán

que todavía acaricia la mesa

con figuras dibujadas en lengua tzotzil

las dedicatorias que alcancé a leer

en fotos y tapas de disco de pasta

grabados con boleros…


 Claudia Caisso

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