Susana Cabuchi


El dulce país

 

Entonces, tus ojos eran caramelos de miel

y hablabas

de las bicicletas que regalaba el Niño Dios

a los que no podíamos comprarlas.

El río se callaba para que tú contaras figuritas.

Yo era alegre,

y eran alegres los nísperos del patio.

Y tú eras otro,

no el hombre de hoy

lejano como todos.

Cada domingo era una sorpresa de ciruelas,

de plaza con hamacas.

Tu padre cantaba en el taller

mientras tu madre

lavaba mamelucos de amor y aceite.

El mío no había partido todavía

y llegaba al hogar con dulces y regalos.

Yo oía con asombro tus mentiras

y creía en gigantes voladores

y en ángeles guardianes

que cuidaban tu ropa y mis zapatos.

Por cada diente el ratón nos compraba mandarinas.

La abuela, abría el gran ropero

y sacaba

turrones envueltos en papeles crocantes.

Si vuelves, como entonces,

con sombrero de piel y las manos con barro

verás, que guardo aún

el corazón de las manzanas.



Susana Cabuchi

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