Jorge Aulicino


El Puente Viejo

Barracas, Buenos Aires


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El estrecho puente sobre el que

un mediodía de invierno se detuvo el Citroën 3CV

y lo arrancaste a manija, fines de los 70,

cuando atronaba el silencio del mediodía

y el agua densa remaba como una mala digestión,

hacia el Plata.


¿A quién le importaba la paradoja, en tanto retórica?

Era olvidable, mucho más que las chapas del Citroën

que se sacudieron cuando engranó de nuevo

el pequeño motor de dos cilindros.


Estacionaste el auto y en el húmedo y cálido útero

del bodegón El Puentecito comiste

una gigantesca milanesa a la napolitana.


Jorge Aulicino

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