Alberto Cisnero

 



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teníamos algo que nos volvía más solitarios
y peligrosos: desesperación. nos equivocábamos
mucho, jugábamos a encuéntrese usted mismo,
a cuídense y sean felices. todavía bebíamos
demasiado. no podíamos saber que un día
nos iríamos lejos. dormíamos en pensiones,
en casas tomadas o en salas de hospitales.
una mesa, una silla, pluma, tinta y papel.
de la encuadernación pendía un cordel de seda.
tendido y muteado, en nuestro honor, estaba
el río. y luego estaba el río que recordaríamos.


Alberto Cisnero

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