Carlos Solari



El pibe de los astilleros


Fue unos meses a Caseros y su strato roja,

se hizo el torbellino que hoy suena en la radio.

La ceniza no caía desde su cigarro

y estaba en sus ojos desarmándote.

Alquiló una rana rubia, tibia y haragana;

se moría de ganas de matarla.

Una linda damita de Concordia,

el más bello fuselaje que jamás lustró.

Le hizo un par de promesas imprudentes

y así fue que de ella se aburrió.

Las minitas aman los payasos

y la pasta de campeón.

El pibe de los astilleros nunca se rendía,

tuvo un palacete por un par de días.

Rapiñaba montado a los containers

el maldito amor que tanto miedo da.

Fue por una lluvia que realmente moje

(que pusiera fin a su aventura).

Un final feliz para pimpollos

allí estaba, al fin, acechándolo.

Ciertos reyes no viajan en camello;

ellos andan el tranco del amor.

Esos tipos soplan con el viento

al rebaño y su temor.

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