Irene Gruss



El fuego cuece habas


Como esas brujas de Shakespeare, así huelo a humo, poción, tiniebla matutina

sin haber pegado un ojo, el único que mira. El otro

está tapado por la bruma; un resplandor lo llama a ver

pero es inútil,

se deslumbra solo con las chispas que saltan en la esquina,

como fuego artificial o

un circo vacío.

Esa arena es la que atrae,

el árbol que se acerca a Macbeth.


Entre tanto y tan poco doy vuelta la cuchara;

es el destino, digo, el fuego cuece habas;

el otro se hunde

en no saber o en farsa: ¡se acerca el bosque!, dice,

y la sabihonda acata.

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