William Faulkner

 


Mississippi Hills: mi epitafio


Lejanas colinas azules, en las que me he deleitado,

a las que sigue la primavera con pies de plata y el manto

de los cornejos floridos, entonando el «¡Amante!» del pájaro azul,

mientras me dirijo al divisado final del camino.

Que esta suave boca, moldeada para la lluvia,

no sea, por todo dolor, sino áureo dolor,

y que estos verdes bosques sueñen aquí con despertarse

en mi corazón cuando regrese.

¡Y regresaré! ¿Dónde está la muerte,

si en estas azules y soñolientas colinas, allí en lo alto,

tengo yo, como el árbol, mi raíz? Aunque esté muerto,

este suelo que me ciñe me ha de dar el aliento.

El árbol herido no alberga un verde nuevo para llorar

los años dorados que gastamos en comprar dolor.

Que esta sea mi condena, si olvido

que aún queda primavera para agitar y quebrar mi sueño.


Trad. de Eduardo Moga y Daniel C. Richardson

Comentarios