Roberto Echavarren

 


La línea de la mano

baja gruesa desde el cielorraso

y se abisma delgadísima

contra el zócalo.

Pájaros supernumerarios

se han posado en cada rama

desglosada de la línea principal,

cada pájaro lleva un nombre,

conceptos singulares

agarrados a cada nervadura,

el viento levanta las plumas

y escapada por todos lados.

La línea de vida continúa,

desfibra las nervaduras,

se afina en el abismo del zócalo

y ya no sabemos cuál color,

si amarillo encarnado punzó

fuimos en aquel momento.




Una pleroma de mantarraya

en el fondo arcilloso

lanza golpes furibundos

con su cola de lanza,

destello azul sobre la arena

levanta un caos

alrededor de sí,

un precipitado browniano,

confunde la presa

desatenta a la sorpresa

de la boca venenosa.



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