Marcelo Rizzi



Cuídenme de las teorías que dicen no saber, 

que dicen compartir la suerte del ciervo. 

Cuídenme de las apostasías bien intencionadas, 

de su sabor a lágrima quemada, como un cristal 

de sal marina. Del objeto sagrado y su espectáculo. 

De esos reversos invisibles, cuídenme. Y del tiempo 

que va de lo superficial a lo profundo, y no al revés 

— como el del día de ayer en su giro de carrusel 

con caballos y aeroplanos, y una nave espacial 

de madera despintada y aferrada a un punto fijo 

con alambre de fardo, del que se usa a menudo 

para reparar el desperfecto o sujetar el mundo 

con nudos sucesivos.

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