Lidia Rocha



En el solsticio del invierno sacrificaron a una yegua.

Su pelaje rojo oscuro ardió bajo el sol.

Y sus crines se desprendieron y volaron con el viento.

Arrojamos al agua frutos de la cosecha

para que las diosas nos fueran favorables

y el invierno menos crudo

y nuestros soldados victoriosos.  

Bailamos hasta la noche

y nos emborrachamos en honor a los dioses.

Tomé a uno de los hombres bajo las estrellas,

mientras se escuchaba la música de las flautas.

La nieve iba a caer más suave que otros años.

Igual nuestra memoria habría quedado dispersa,

si no fuera por estos pergaminos,

por estas iluminaciones pintadas a la luz de la vela

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