Jorge Luis Borges



El tercer hombre


Dirijo este poema

(por ahora aceptemos esa palabra)

al tercer hombre que se cruzó conmigo antenoche,

no menos misterioso que el de Aristóteles.

El sábado salí.

La noche estaba llena de gente;

hubo sin duda un tercer hombre,

como hubo un cuarto y un primero.

No sé si nos miramos;

él iba a Paraguay, yo iba a Córdoba.

Casi lo han engendrado estas palabras;

nunca sabré su nombre.

Sé que hay un sabor que prefiere.

Sé que ha mirado lentamente la luna.

No es imposible que haya muerto.

Leerá lo que ahora escribo y no sabrá

que me refiero a él.

En el secreto porvenir

podemos ser rivales y respetarnos

o amigos y querernos.

He ejecutado un acto irreparable,

he establecido un vínculo.

En este mundo cotidiano,

que se parece tanto

al libro de las Mil y Una Noches,

no hay un solo acto que no corra el albur

de ser una operación de la magia,

no hay un solo hecho que no pueda ser el primero

de una serie infinita.

Me pregunto qué sombras no arrojarán

estas ociosas líneas.




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