Alejandro Nicotra



La casa


Las paredes

de luna tibia en las noches,

de leche fresca en las mañanas,

el umbral de ladrillos gastados por los muertos,

la galería abierta en una estrofa verde

puntuada con abejas

las habitaciones oscuras, rezumantes como cántaro

la mesa del algarrobo, casi un árbol,

y su lámpara igual a una paloma

no estoy allí,

quizá nunca volveré a estar allí,

y sin embargo,

allí estoy:

en el poema.

(Abre la puerta de la noche y sal a caminar por la

página,

a otro sol, tan de verdad como el dormido:

hay estrofas que se acercan igual que las montañas,

hay versos sombreados de árboles,

al pie de una palabra nace el agua viva

y en la cima de otra, sólo temblor y cielo,

canta de nuevo el pájaro

de tu juventud: abre el tiempo

y entra en la paz. )

No,

perdónenme si vengo

de una casa hecha a mano,

vivida con las manos,

y pongo

mi mano sobre el barro, sobre el fuego

sobre el pan, sobre la sal, sobre los pájaros

mi mano

también sobre otras manos,

para volver,

porque no estoy allí,

y tal vez nunca volveré a estar allí

aunque mis dedos

acaricien su piel de cal, de luna

dormida,

en las palabras.

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