Jorge Aulicino

 


El río

3
¿Qué necia circunstancia me puso a mirar el marco
de un cartel a esta hora, y tras él maderas podridas
de un embarcadero? Sé cómo se puede vivir
en la Luna; encararía a alguno y le diría
“mi ataraxia es una nube que descendía tanto,
tanto, sobre una canoa”.
Puedo estar ausente de esto, y de todo, diría,
pero hoy me persigue esta madera, en esta veo
la sustancia del momento pegada a ella, como si
transpirase de ella, y todo embarga y fascina,
no impide la vida, sino que uno se ve de pronto
algo más que ligado al ambiente de la madera,
el marco del cartel, la casa del embarcadero
sospechoso: se ve absorbido por un implacable
Maelström, del que nunca volvió nadie, y si volvió
tenía algas pegoteadas, papeles deshechos
en la cara. Es “una multitud de despeñaderos” *
y eso solo es inimaginable.
Pero a ser eso tienden esta madera gris y sus
resquebrajaduras. El tiempo la trabajó allí.
Poner se puede un ancla en el río, pero no hay
ancla que impida el avance del mal tiempo sobre la
madera y que las nubes respiren en ella, rastros
se pierdan en la madera.

* Poe.


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