Raymnd Carver



El reloj de Kafka


A partir de una carta


Tengo un oficio con un diminuto salario de 80 coronas, y

unas infinitas 8 o 9 horas de trabajo.

Devoro el tiempo fuera de la oficina como una bestia salvaje.

Algún día espero sentarme en una silla en otro

país, frente a una ventana con vistas a campos de caña de azúcar

o cementerios mahometanos.

No me quejo tanto del trabajo como de

la lentitud del tiempo cenagoso. ¡Las horas de trabajo

no pueden dividirse! Siento la presión

de las ocho o nueve horas enteras incluso en la última

media hora del día. Es como un trayecto en tren

que durara noche y día. Al final te sientes completamente

abrumado. Ya no piensas en la tensión

del motor, o en las colinas o

los campos llanos, sino que atribuyes todo lo que ocurre

sólo a tu reloj. El reloj que sostienes todo el tiempo

en la palma de la mano. Y que sacudes. Y que te llevas,

incrédulo, lentamente a la oreja.


Traducción de Jordi Doce

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