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Mostrando las entradas de abril, 2025

Alejandro Crotto

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Qué es el amor Supongamos que hay una escalera de oro: tiene que haber entonces una hormiga que sonríe y menea la cabeza. Una gota de sangre cae en un vaso de agua y mientras va de a poco abriéndose caen una, dos, tres gotas más. Algo adentro de algo, algo al lado de algo, algo encima de algo, con algo encima. Lo que es muy grande y a la vez muy chico, por ejemplo: una hormiga, una naranja, la luna. Una semilla sueña adentro de un melón, unos ojos abriéndose a unos ojos. Y el agua se hace vino; el vino, sangre.  Imaginémonos nosotros, cada cuerpo y adentro el sol: una escalera de oro.

Laura Yasan

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  Madre Siberia II compré un piyama el día de tu muerte para estrenar el tiempo sin vos la oscuridad sin vos el aire debería ser más puro el oxígeno menos necesario es un veneno que contraje con mi sólo nacer un insecto que avanza  por las zonas umbrías con patas de titanio pagué distancia en metros bajo tierra toneladas de mármol que te oculten madre

Alberto Cisnero

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  2- y sí dije sí lo haré sí. hasta que no quede más que la madera sana. yo también quiero llorar o tener un secreto digno de encubrir, algo para completar con palabras. cuando algunas tardes tu nombre asoma. trémulo en el estanque, más diáfano que cualquiera. a persuadirme no sé de qué. a hacerme creer que estoy vivo. que en este libro hago el papel de alguien que escribe un libro. 

Alberto Szpunberg

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    VIII      No hay después, no hay más tarde, no hay mañana, sino el gesto de ella en la tibia desnudez que continúa las horas más duras, las de siempre, como si todo siempre comenzara.      El aire se inquieta por las cartas que no llegan y agita las cortinas cerradas a la tarde.

E. E. Cummings

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Estás cansada Estás cansada (yo creo) del perpetuo enigma de vivir y sus afanes; y yo también. Ven conmigo, pues, y partiremos muy lejos (sólo tú y yo, comprendes). Tú has jugado (yo creo) y has roto tus juguetes más queridos, y ahora estás algo cansada; cansada de las cosas que se rompen, cansada, eso es todo. Yo también. Pero vengo con un sueño en mis ojos esta noche, y llamo con una rosa a la desolada verja de tu corazón. ¡Ábreme! Que yo te mostraré lugares que Nadie conoce y, si tú quieres, las perfectas regiones del Sueño. ¡Ah, ven conmigo! yo te encenderé esa maravillosa burbuja, la luna, que perenne flota. Te cantaré la canción jacinto de las probables estrellas, y buscaré en las apacibles estepas del Sueño, hasta encontrar la Flor Única, que sustentará (yo creo) tu tierno corazón mientras la luna se eleva desde el mar. Traducción de  Octavio Paz

Paul Tran

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  No veo estrellas sino su luz que cruza la distancia entre nosotros Caminé por el campo con niebla. Me dijeron [que podía ver el planeta a simple vista en el cielo  [nocturno. Júpiter. Saturno. Algo que con frecuencia no se ve, como ahora el  [deseo que tengo por la vida  de los astros. Ser fijos. Luminosos. Sabía lo [que quería pero no cómo lograrlo. Las cosas que amé  [habían perdido su magnetismo, su forma y su función, como  [las sombras que la luz definiera alguna vez. Y luego más  [aún. Y luego nada. Saqué un cigarro de mi bolsa. Pude advertir que alguien se acercaba al otro lado del  [campo. No pude saber quién o si era el campo en sí el que se acercaba,  [cerrando la distancia que divide la creencia de la duda.  [Fue en ese límite  entre ambas donde permanecí —esperando, anticipando— con esa niebla que nos  [separaba al extraño y a mí, y eliminando todo aquello [que no necesitaba ver. Traducción de Hernán Bravo Varela

Luis de Góngora y Argote

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  A Cristo en la cruz Pender de un leño, traspasado el pecho y de espinas clavadas ambas sienes; dar tus mortales penas en rehenes de nuestra gloria, bien fue heroico hecho. Pero más fue nacer en tanto estrecho donde, para mostrar en nuestros bienes a dónde bajas y de dónde vienes, no quiere un portadillo tener techo. No fue esta más hazaña, ¡oh gran Dios mío!, del tiempo, por haber la helada ofensa vencido en flaca edad, con pecho fuerte —que más fue sudar sangre que haber frío—, sino porque hay distancia más inmensa de Dios a hombre que de hombre a muerte.

Denise Levertov

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  Mensaje Arbor vitae, cuyo tronco estriado revela tantas intenciones rotas, ramas podadas o marchitas, cerca de ti, en la hierba, tus retoños asoman como helechos, confiados. Traducción de Isaias Garde

Daniel Vaca Narvaja

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Tus muslos A Gloria                                                                                                                                               Pensando en Daniel (h) Él dijo tus muslos: elijo tus muslos, el hijo y tus muslos, dan vida tus muslos, puntales sensibles de noches robadas  o dadas ardiendo. No importa: dan vida tus muslos; custodian aquello que nace y se aleja y no vuelve y acierta y yerra y se marcha o lo llevan. ¿quién sabe? De un hijo. ¿Y tus muslos?: ahítos de esfuerzos   dolidos soportan su ausencia sin fin, testigos cansinos de su andar trepidante que ya no regresa, quizá nunca se f...

Alejandro Nicotra

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La casa Las paredes de luna tibia en las noches, de leche fresca en las mañanas, el umbral de ladrillos gastados por los muertos, la galería abierta en una estrofa verde puntuada con abejas las habitaciones oscuras, rezumantes como cántaro la mesa del algarrobo, casi un árbol, y su lámpara igual a una paloma no estoy allí, quizá nunca volveré a estar allí, y sin embargo, allí estoy: en el poema. (Abre la puerta de la noche y sal a caminar por la página, a otro sol, tan de verdad como el dormido: hay estrofas que se acercan igual que las montañas, hay versos sombreados de árboles, al pie de una palabra nace el agua viva y en la cima de otra, sólo temblor y cielo, canta de nuevo el pájaro de tu juventud: abre el tiempo y entra en la paz. ) No, perdónenme si vengo de una casa hecha a mano, vivida con las manos, y pongo mi mano sobre el barro, sobre el fuego sobre el pan, sobre la sal, sobre los pájaros mi mano también sobre otras manos, para volver, porque no estoy allí, y tal vez nunca v...

Dylan Thomas

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Halla la carne sobre los huesos Halla la carne sobre los huesos que pronto estarán desnudos, y bebe en los dos riscos de leche, la más alegre médula y las heces antes que los pechos de las damas sean harapos y sus piernas jirones. No turbes, hijo mío, las mortajas pero cuando las damas se vuelvan frías como piedras cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos. Sublévate contra las ataduras de la luna y el parlamento de los cielos, los oficios de rey del mar maléfico, la autocracia de la noche y el día, la autarquía del sol. Sublévate contra el hueso y la carne, la orden de la sangre, la maliciosa piel, y el gusano que no puede asesinar ningún hombre. “La sed se me ha extinguido, se me ha apagado el hambre, resquebrajado está mi corazón; mi cara en el espejo es macilenta mis labios se han marchitado a besos, mis pechos están flacos. Una alegre muchacha me tomó por un hombre, hice que se tendiera para contarle su pecado y puse a su costado una rosa con cuernos”. El gusano al que ningún ho...

Enrique Molina

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Correspondencias Sueño, tal vez, con esta cama donde duermo, me he desvestido en otro sitio, hay músicas aquí, algo que ondula, enormes cosechas de hibiscus y mariposas en la selva del Aduanero, verde y turquesa, y no algo imaginario sino un canto de flauta que sopla la encantadora de serpientes; y redes chorreantes, extraídas del mar, vaciadas por las pescadoras gigantas –botas de goma y manos enrojecidas– mientras la encantadora de serpientes insiste en su melodía ritual, el tiempo perdido con ojos de fantasma, pero ahora esa mujer insólita es el lugar donde vivo, la lámpara, todo cuanto alberga este cuarto, la cama involuntaria, el sentimiento de la extraña plenitud de jamás, zapatos, mis libros, un paraguas. Acaso la luz son tus labios, ¿y su torso, entre los juncos, al borde del río donde vibró la flauta, a qué corresponde en la mesa tendida? ¿Al rumor de las conversaciones? ¿Al hilo de humo que sube de los platos? ¿Y cuáles son sus vínculos con el viento que sopla en la ventana?

Milagros king

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  Justiniano ‬ Otra vez me quedo con la luz sobre mi escritorio y de madrugada. Esta vez llueve fuerte, pienso, y el viento sobre la calle Yatay me hace temblar un poco si salgo a este balcón mojado. Y no sé si la batalla es adentro o afuera. O da lo mismo. Ahora volver a los libros y todos estos papeles, papeles. A estudiar el arte en épocas de Justiniano. Y no sé si la batalla es adentro o afuera, Da lo mismo. Digo, dije. Él tenía que reconstruir un Imperio caído. No tenía menos problemas que yo. Pero tengo que ordenar estos papeles o dejar de pensar. Debe de haber algo importante y me quedo mirando aquella foto del mosaico que se llama “Invierno”. Como sea, batallas, digo, dije. Pero otra vez los ojos de Justiniano desde el mosaico. Si vuelven a mirarme esos ojos voy a abrir la puerta del balcón, Voy a dejar que el viento entre desde la calle Yatay. Voy a hacer volar todos los papeles, todos los papeles. Iré a dormir un poco, creo. Mañana es martes y los martes suelo reconstruir...