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Mostrando las entradas de mayo, 2024

Sonia Scarabelli

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  Las direcciones contrarias No es de la salvación de lo que hablo, es de lo que no se salva y queda siempre con el arpón clavado, y tenso en la soga que lo arrastra hacia arriba, va al fondo igual, Moby Dick en la propia calavera. Y por eso, si el alma o la ballena lo que se hunde lo mismo da: la vuelta es por el fondo. Quiero decir, parece una insistencia de las cosas –y de los seres– que la gracia venga a aliviarles el desastre cuando ya iban a darse por vencidos. Si no cómo se explica que suba así de dulce la mañana y que uno sienta abrirse todavía el corazón al toque blando de la luz cuando un instante atrás apenas estaba todo tan oscuro.  Sonia Scarabelli

Marina Mariasch

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  No le tengas miedo a las tormentas. Los truenos son espectaculares tienen que ver con el cine. Si tenés miedo, vení a mi cama nos tapamos con dos frazadas. Los relámpagos. El flash de una cámara que le saca una foto a la ciudad. Los balcones se iluminan por un segundo y se apagan como cuando es navidad. Las tormentas son buenas. un preámbulo o conclusión que tranquiliza porque llegó. Marina Mariasch

Jorge Aulicino

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El Puente Viejo Barracas, Buenos Aires 1 El estrecho puente sobre el que un mediodía de invierno se detuvo el Citroën 3CV y lo arrancaste a manija, fines de los 70, cuando atronaba el silencio del mediodía y el agua densa remaba como una mala digestión, hacia el Plata. ¿A quién le importaba la paradoja, en tanto retórica? Era olvidable, mucho más que las chapas del Citroën que se sacudieron cuando engranó de nuevo el pequeño motor de dos cilindros. Estacionaste el auto y en el húmedo y cálido útero del bodegón El Puentecito comiste una gigantesca milanesa a la napolitana. Jorge Aulicino

Carlos Juárez Aldazábal

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Dispersa la memoria Dispersa la memoria en la sangre del músculo: la lengua, el músculo que habla con la cordillera de los muertos (¿cordillera absoluta, eternidad?) Ejercicio del profeta:           fijar los ojos del pasado           en el sonido de las rocas           chocando con el agua. Otro ejercicio:           con el corazón en luto           trascender el tiempo           y colgarse del dolor. Mi lengua habló (¿hablaba?) porque todos querían saber si nevaría, si llegarían guanacos. Narrador del futuro, ¿trazarán estas palabras la caída de una estrella fugaz invocando a los muertos? Carlos Juárez Aldazábal

Paula Jiménez España

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   Maga Yo sé leer la arena el grano que discute con la nada en tu cabeza, el símbolo que intentás descifrar por la mañana al volver de tus sueños. Y sobre el margen derecho del papel leo la letra, e género contando sus jinetes de fuego por seis noches sin luna hasta hacerse de luz. Yo extraje del silencio una amatista, el violeta perlado de la música que guardan las palabras y el eslabón perdido del poema salió de mi galera y desató la imagen, la metáfora. No hubo nunca más un sello original, una semilla fue un sembradío mezclado desde entonces, un toque de varita para que el rayo sea y sean también el aire, el hueso humano, el perro, el oleaje, las hormigas. No preguntes porqué, yo digo y se produce. Paula Jiménez España

Diego Muzzio

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  La sangre La mañana parece roja. Veo largos corredores de cañas de donde cuelgan los tomates maduros que              /sacude el viento. La mañana parece roja, como sangre. La sangre es fuerte; esconde pasado y futuro, corderos que mutuamente se devoran. La sangre espesa que roza el límite de una estrella unida a otra por un cordón umbilical a punto de cortarse. Veo una mano arrancar uno de los frutos; veo una boca escupir las semillas como pequeñas estrellas. La sangre es fuerte, no razona; se escupe se vierte se utiliza como barro para construir torres que se hunden entre pozos de cal y montañas de ceniza. Veo la sangre (no los cuerpos) trepar por el aire como un árbol siguiendo el impulso que le imprime su propia fuerza. Veo las semillas brillantes sobre la tierra; la lluvia las salvará o las perderá, pero la sangre es fuerte, tal vez más dura, más perfecta que el agua de la lluvia. Diego Muzzio

Gustavo Tisocco

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  Retornamos siempre madre al sitio donde te abandonamos, a ese resplandor, ese sonido. Se vuelve siempre a los primeros pasos, las verdades primeras, los amaneceres. Siempre estará la casa mirando al sur, las madreselvas, los ladridos. Hermanos mayores, hermanos pequeños retornarán siempre al sitio en que te olvidaron madre, porque hay un ramo de nostalgias, una fábula, una mesa. Siempre volveremos a ti y naceremos de nuevo y seremos nuevamente aire o líquido o hechizo madre. Gustavo Tisocco

Miguel Hernández

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El rayo que no cesa ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el metal más fresco se marchita? ¿No cesará esta terca estalactita de cultivar sus duras cabelleras como espadas y rígidas hogueras hacia mi corazón que muge y grita? Este rayo ni cesa ni se agota: de mí mismo tomó su procedencia y ejercita en mí mismo sus furores. Esta obstinada piedra de mí brota y sobre mí dirige la insistencia de sus lluviosos rayos destructores. Miguel Hernández

Romina Freschi

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  pura palabrería ésa del amor cereza boba melindrosa diosa de las ascuas sin cereal, el manto hueco cientos de sonidos siento un colibrí, sonante y cierta cremación dulce o acre venenosa palabra elucubrada con lubricante penetra el vínculo asume la aparente violencia el vértice, el moco, el hongo la malicia infartante del musgo, mustio y quejumbroso pasto, parto gigante sueño del broderie marte de incienso en llamas pienso la materia del mortal preludio: «yo te mentía, siempre» Romina Freschi

Gabriela Franco

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La peregrinación llevó  setenta días ¿qué había que encontrar en el rastro de la desaparición? examiné baldosas recovecos ilusiones la memoria los asilos las camillas los cementerios no encontrar abre vacíos donde hallar tu cuerpo herido o putrefacto abre el abismo de no saber entonces escribo este expediente escribo mientras camino y cruzo el túnel de los parias la recova de la rutina ciega de los sin techo te escribo te busco mi lector mi hermano duerme en la calle Gabriela Franco

Javier Galarza

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La enviada Esta es la canción de una adolescente de la ciudad que renegando de todo alcanzó la iluminación en un andén, junto a las vías del tren de las afueras. Pues vino al mundo otra mesías, nacida en la tierra santa de Estonia, un viejo dormía cerca de allí, envuelto en hojas de diario, y fue salvo en la contemplación de la niña. Viajaba yo en el tren, descreído y falto de fe, cuando una joven metió su mano en el bolsillo de mi sobretodo y una navaja en mi costado. «Quedate quieto» me dijo para enseñarme el camino de la desposesión Yo fui tocado, fui tocado y creí. Javier Galarza

Ricardo Ruiz

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  trencadís de su amor el subrayado de un libro y un cuchillo inicia el rito del olvido bebe el agua de su espejismo solo queda nada la sombra del dolor lame los dulces labios de su herida lo que no quiso saber lo que no supo la palabra desdicha belleza de lo roto y lo reunido perdido y encontrado otra vez canta lo que resta del no otra letra en el mar que nace en su nombre abre del paraíso sus ramas lo que no espera harto de beber sed infinita en su boca encuentra de agua raíz del cielo una orilla donde perdido hallarse en vos decirse en su amor saber lo que no conoce solo escucha sus manos hilo de luna en el hueco de la noche de volar en su cuerpo anida no es un sueño abre sendas en el monte en sus ramas entrelazadas las manos buscan entre infinitas ciudades sus pasajes   el río que escuche lo que un sueño quiere decir y no dice en la bruma del cielo su propia luz apenas el aire que lo dibuja escribe el sonido del alba no es un sueño Ricardo Ruiz

Marisa Negri

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  Sorting Una obrera levanta las hojas con la mano derecha, vibran entre sus dedos así comprueba consistencia y color. Van los brotes elegidos a secarse sobre un paño azul subastados a buen precio tendrán nombres lujosos según la estación; rocío de jade, dragón negro, diosa de hierro, el resto, tostado y vendido a granel. La viajera suspira igual que una hoja de té ha llegado entre miles hasta aquí y todo lo que ansía es transformarse. Marisa Negri

Susana Cabuchi

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El dulce país   Entonces, tus ojos eran caramelos de miel y hablabas de las bicicletas que regalaba el Niño Dios a los que no podíamos comprarlas. El río se callaba para que tú contaras figuritas. Yo era alegre, y eran alegres los nísperos del patio. Y tú eras otro, no el hombre de hoy lejano como todos. Cada domingo era una sorpresa de ciruelas, de plaza con hamacas. Tu padre cantaba en el taller mientras tu madre lavaba mamelucos de amor y aceite. El mío no había partido todavía y llegaba al hogar con dulces y regalos. Yo oía con asombro tus mentiras y creía en gigantes voladores y en ángeles guardianes que cuidaban tu ropa y mis zapatos. Por cada diente el ratón nos compraba mandarinas. La abuela, abría el gran ropero y sacaba turrones envueltos en papeles crocantes. Si vuelves, como entonces, con sombrero de piel y las manos con barro verás, que guardo aún el corazón de las manzanas. Susana Cabuchi

Alejandro Schmidt

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Oyendo el corazón de las vacas no yo no me fui soy de los que se quedaron acá oyendo el corazón de las vacas rompiendo los vidrios del espacio para que pase la noche y se desangre. Alejandro Schmidt

Leopoldo Marechal

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  Horóscopo «Es la noche -dijiste- pon tu espejo debajo de la almohada al acostarte y en él verás, si sueñas, el reflejo de la mujer que nunca ha de olvidarte.» Llegó la noche al fin. Bajo la almohada,                          recordándote, amada, puse el cristal revelador. De suerte                          que soñé con la muerte. Leopoldo Marechal

Franco Vaccarini

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Tal vez Tal vez ahora mismo un oráculo nos defiende un adivino predice vientos favorables ahora mismo. Tal vez haya maniobras de los acechadores del tiempo para urdir ahora mismo un camino que podamos nombrar como Nuestro Camino –ahora mismo–. Franco Vaccarini

Raquel Jaduszliwer

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¿Cuál de todos tus árboles me reconocerá? yo voy al más oscuro, madera de la noche, ése es el que me llama, el que escondió una piedra, el que la consagró. Piedra hechizada convertida en piedra tiempo petrificado, madera siempreviva piedra escondida de la oscuridad. La entrada al interior de un árbol tiene una sola lógica: ese dejarse hundir en la irresuelta y desconocida pérdida, en todo lo abandonado que la corteza envuelve. Raquel Jaduszliwer

Silvia Paglieta

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42 Ando por la casa dejándome olvidar entre la escoba, el plumero y la ventana que no abre. Soy esa telaraña que recobra el peso, la memoria de esa nadita de tierra que se esquina en la habitación y que acumula los días en que, perros despiertos, ni nos ladramos. Silvia Paglieta

Leopoldo Lugones

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  Historia de mi muerte Soñé la muerte y era muy sencillo: Una hebra de seda me envolvía, y a cada beso tuyo con una vuelta menos me ceñía. Y cada beso tuyo era un día. Y el tiempo que mediaba entre dos besos una noche. La muerte es muy sencilla. Y poco a poco fue desenvolviéndose la hebra fatal. Ya no la retenía sino por un sólo cabo entre los dedos… Cuando de pronto te pusiste fría, y ya no me besaste… Y solté el cabo, y se me fue la vida. Leopoldo Lugones

Antonio Porchia

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Voces nuevas Has venido a este mundo que no entiende nada sin palabras, casi sin palabras. Dios le ha dado mucho al hombre; pero el hombre quisiera algo del hombre. La tierra tiene lo que tú levantas de la tierra. Nada más tiene. Me ves cuando me tocas: cuando no debieras verme. Sí, eso es el bien: perdonar el mal. No hay otro bien. El hombre vive midiendo, y no es medida de nada. Ni de sí mismo. Iría al paraíso, pero con mi infierno; solo, no. A veces creo que el mal es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal. Creías que destruir lo que separa era unir. Y has destruido lo que separa. Y has destruido todo. Porque no hay nada sin lo que separa. Quieren que me haga diferente. Y sin ellos hacerse diferentes y sin nada hacerse diferente. ¿Y de qué me haría diferente? Para que tu tristeza muda no oyese mis palabras, te hablé bajito. La humanidad no sabe ya adonde ir, porque nadie la espera: ni Dios. Antonio Porchia

Andrés Neuman

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  El jardinero Aprendí con mi abuelo a plantar árboles. “Los sauces necesitan más agua, Andrés, que vos, y sus raíces al principio no son demasiado profundas. A veces crecen rápido y otras veces se estancan en la tierra, asustados del aire.” Hoy no existe ni abuelo ni país ni tampoco ese niño, pero queda aquel sauce encorvado al que –me digo–, Andrés, hay que cuidar, estas raíces frágiles, este miedo a la altura de la vida. Andrés Neuman

José Sbarra

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  Hermano, creeme, no son celos ni tampoco resentimientos. No la odio a ella ni le guardo rencor a él. Que juntos los dos sean felices. Que tengan paz. Que sean libres de amarse mucho. Una sola cosa deseo. No es por sed de venganza se trata de un inocente capricho, hermano, sabes que no tengo maldad. Mi deseo es que una noche ella apretada a su cuerpo en sus oídos se equivoque y le susurre mi nombre. José Sbarra

Roberto Juarroz

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 Poesía vertical  14 He encontrado el lugar justo donde se ponen las manos, a la vez mayor y menor que ellas mismas. He encontrado el lugar donde las manos son todo lo que son y también algo más. Pero allí no he encontrado algo que estaba seguro de encontrar: otras manos esperando las mías. Roberto Juarroz