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Mostrando las entradas de noviembre, 2023

Edgar Allan Poe

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  El cuervo I En una noche pavorosa, inquieto releía un vetusto mamotreto cuando creí escuchar un extraño ruido, de repente como si alguien tocase suavemente a mi puerta: «Visita impertinente es, dije y nada más » . II ¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno e impaciente medía el tiempo eterno cansado de buscar en los libros la calma bienhechora al dolor de mi muerta Leonora que habita con los ángeles ahora ¡para siempre jamás! III Sentí el sedeño y crujidor y elástico rozar de las cortinas, un fantástico terror, como jamás sentido había y quise aquel ruido explicando, mi espíritu oprimido calmar por fin: «Un viajero perdido es, dije y nada más ». IV Ya sintiendo más calma: «Caballero exclamé, o dama, suplicaros quiero os sirváis excusar mas mi atención no estaba bien despierta y fue vuestra llamada tan incierta…» Abrí entonces de par en par la puerta: tinieblas nada más. V Miro al espacio, exploro la tiniebla y siento entonces que mi mente puebla turba de ideas cual ningún otro mort

Nicanor Parra

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Epitafio De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa, Hijo mayor de un profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas escuálidas Y de más bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca de ídolo azteca -Todo esto bañado Por una luz entre irónica y pérfida- Ni muy listo ni tonto de remate Fui lo que fui: una mezcla De vinagre y de aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia! Nicanor Parra

Silvina Ocampo

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  La dicha De un momento de dicha recordamos después los más efímeros detalles: un olor a fogatas en las calles, los árboles, la luz, los pobres ramos, las palabras grabadas en un banco, el sabor de una fruta, dulcemente, el rumor de una música inocente, en el barro un jazmín que ya no es blanco. ¡Ah, por qué recordamos tanta cosa con nitidez palpable y nos perdemos ineludiblemente si queremos llegar a la felicidad! Sinuosa, recóndita, de un modo deshonesto, como una maga hechiza con sus ojos la felicidad cruel esos despojos que el tiempo en la memoria nos ha impuesto, ocultando en los pliegues de su manto las almas y los rostros, los abrazos, la esencia, la dulzura de los lazos, todo lo que perdimos en su encanto. Silvina Ocampo

María Mercedes Carranza

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Sobran las palabras Por traidoras decidí hoy, martes 24 de junio, asesinar algunas palabras. Amistad queda condenada a la hoguera, por hereje; la horca conviene a Amor por ilegible; no estaría mal el garrote vil, por apóstata, para Solidaridad; la guillotina como el rayo, debe fulminar a Fraternidad; Libertad morirá lentamente y con dolor; la tortura es su destino; Igualdad merece la horca por ser prostituta del peor burdel; Esperanza ha muerto ya; Fe padecerá la cámara de gas; el suplicio de Tántalo, por inhumana, se lo dejo a la palabra Dios. Fusilaré sin piedad a Civilización por su barbarie; cicuta beberá Felicidad. Queda la palabra Yo. Para esa, por triste, por su atroz soledad, decreto la peor de las penas: vivirá conmigo hasta el final. María Mercedes Carranza

Arthur Rimbaud

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Hambre Tierra y alguna china Es todo cuanto deseo. El aire también me lo como: Rocas, carbones, hierro. Bailad, apetitos míos. Hambres, pasad Atraed del alegre prado Venenos de madreselvas Y toda su sonoridad. Comed los cantos que se quiebran En las viejas paredes de Dios. guijarros de antiguas lluvias, Panes que el valle sembró. **** El lobo escondido que aullaba Escupió plumas hermosas De su almuerzo de aves: Como él, yo lo tragaba: La ensalada, la fruta Aguardando la vendimia. Pero la araña de la mata Sólo comía malvas. Quiero dormir, quiero hervir En los altares de Salomón. El caldo fluye sobre la herrumbre Y se mezcla con el Cedrón. Arthur Rimbaud

Ana María Ponce

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Quiero saber cómo se ve el mundo, me olvidé de su forma, de su insaciable boca, de sus destructoras manos, me olvidé de la noche y del día, me olvidé de las calles recorridas. Quiero saber cómo es el mundo, no recuerdo los rostros, ni los árboles, ni las luces, ni las fábricas, ni las plazas, ni el dolor del afuera, ni la risa de entonces. Quiero saber cómo se ve el mundo, hace tanto que no estoy, hace tanto que mis pies no se cansan por los recorridos, hace tanto que mis ojos no se queman con la luz, hace tanto que sueño la inasible situación de la libertad, hace tanto, pero tanto, que no tengo mi natural alimento, de vida, de amor, de presente, y estoy, a pesar de todo esto, a pesar de no creerlo, estoy juntando unas palabras, unas infieles palabras, que me dejen recordar cómo podría verse el mundo… Ana María Ponce

Antonio Cisneros

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  Antes que el olvido nos Lo que quiero recordar es una calle. Calle que nombro por no nombrar el tambo de Gabriel y el pampón de los perros y el pozo seco de Clara Vallarino y la higuera del diablo. Y quiero recordarla antes que se hunda en todas las memorias así como se hundió bajo la arena del gobierno de Odría en el año 50. Los viejos que jugaban dominó ya no eran ni recuerdo. Nadie jugaba y nadie se apuraba en esa calle, ni aun los remolinos del terral pesados como piedras. Ya no había hacia dónde salir ni adonde entrar. La neblina o el sol eran de arena. Apenas los muchachos y los perros corríamos tras el camión azul del abuelo de Celia. El camión de agua dulce, con sus cilindros altos de Castrol. Yo pisé entonces una botella rota. Los muchachos (tal vez) se convirtieron en estatuas de sal. Los perros (pobres perros) fueron muertos por el guardián de la Urbanizadora. Y la Urbanizadora tenía unos tractores amarillos y puso los cordeles y nombró como calles las tierras que nosotros

Juan L. Ortiz

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  Diana Tenías una pureza tal de líneas, que emocionabas. ¿Desde dónde venían tu fuerte pecho, tus remos finos, tus nervios vibrantes, y esos ojos sesgados, húmedos de una inteligencia casi humana? ¿Desde dónde tus gentiles actitudes, esa manera tuya, aguzada, de echarte, y ese silencio, y esa suavidad felinos, acaso llenos de visiones, que ennoblecían las alfombras, y daban la inquietud de un alma, un alma gótica encarnada en ti? Oh, ya hubieran querido muchos hombres tu auténtica aristocracia. Fuerza contenida que raras veces temblaba en tu latido profundo. Y eras a la vez humilde y tímida, y sensitiva, lo que no impedía que te disparases con impulso heroico cuando tu instinto se abría como una fiesta sobre el campo. Recuerdo, recuerdo... ¿Qué compañía más discreta que la tuya? En el atardecer íbamos a la orilla del río. La cabeza baja, apenas si pisabas. Yo casi no respiraba. Oh, vuelos últimos en la palidez hechizada! Yo me sentaba en la barranca. Tú te tendías a mi lado, el hocico

Sylvia Plath

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  Los bailes noctunos C ayó una sonrisa en la hierba. ¡Irrecuperable! ¿Y cómo tus bailes nocturnos van a perderse? ¿En las matemáticas? Tales brincos y espirales puros… De cierto que recorren el mundo para siempre; pero no quedaré enteramente vacía de bellezas: el don de tu pequeño aliento; el olor a hierba empapada de tus dormires -azucenas, azucenas. Incomparable es tu carne. Fríos pliegues de ego: la cala y la tigridia, que va embelleciéndose… Manchas – y una expansión de pétalos calientes. Los cometas tienen tanto espacio que recorrer, tanta frialdad, tanto olvido. Así se pulverizan tus gestos: cálidos y humanos; luego su luz rosada que sangra y se desuella al pasar por las negras amnesias del cielo. ¿Por qué me son dados esas luminarias, esos planetas, que caen como bendiciones, como copos hexagonales, blancos, en mis ojos, mis labios, mi cabello derritiéndose al contacto? En ninguna parte Sylvia Plath

Octavio Paz

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Aquí  Mis pasos en esta calle Resuenan en otra calle donde oigo mis pasos pasar en esta calle donde   Sólo es real la niebla.    Octavio Paz

Rubén Darío

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  Tarde del trópico Es la tarde gris y triste. Viste el mar de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo. Del abismo se levanta la queja amarga y sonora La onda, cuando el viento canta, llora, Los violines de la bruma saludan al sol que muere. Salmodia la blanca espuma: ¡Miserere! La armonía el cielo inunda, y la brisa va a llevar la canción triste y profunda del mar. Del clarín del horizonte brota sinfonía rara, como si la voz del monte vibrara. Cual si fuese lo invisible... cual si fuese el rudo són que diese al viento un terrible león. Rubén Darío

Vicente Luy

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  Sin título Cucaracha vestida para el Colón. Me das asco Guau, qué golpista que sos, Mirtha. Decís que las viviste a todas jactándote de un “aguante”. Tendrías que decir que conviviste con todos como la Iglesia. Estos ignorantes que acabo de ver en el corte Majul, Nelson Castro que te tienen como una diva que hablan de miedo. Cuando HABÍA miedo ni ellos ni vos hablaron. Bancaste el golpe. Olisqueaste, lamiste suelas. Simbolizás la unión de abogados, clérigos, industriales, científicos, maestros… Nuestros padres: ellos nos entregaron. Vicente Luy

José Hernández

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El carpintero Al compás de su herramienta Mientras trabaja afanoso Así sus desdichas cuenta, Así canta y se lamenta Un carpintero amoroso. «Es mi vida su mirada, Y cuando su voz escucho, Siento mi alma arrebatada De tierno gozo inundada…. — Muchacho, trae el serrucho, «Brotan de sus ojos bellos Penetrando el corazón Esos fúlgidos destellos Y absorto me quedo en ellos…. Muchacho, trae el formón. «De sus labios de granada Se escapa de amor el soplo, Y es ondeante y perfumada Su cabellera rizada… Muchacho, trae el escoplo. «Y mi vida antes serena Tornóse agitada y turbia Cambióse el placer en frena, De amor gimo en la cadena, Muchacho, traeme la gurbia. «Y cariñoso con ella Inocente el cefirillo Juega al mirarla tan bella Fulgente como una estrella, Muchacho, trae el cepillo. «Por ella es este dolor Por ella siento esta pena, Y ella con su cruel rigor Desdeña, ¡ingrata! mi amor: Muchacho, trae la barrena.» Y amante sigue sus llantos Y sus eternas disputas Aliviando sus quebrantos Con sus

Stéphane Mallarmé

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  Santa ¡En la ventana está ocultando desdorados sándalos viejos de su viola resplandeciente -flauta o laúd en otro tiempo-, la pálida Santa que extiende el libro viejo que prodiga el Magnificat deslumbrante según las completas y vísperas. Roza el vitral de ese ostensorio el arpa alada de algún Ángel creada en el vuelo vespertino para el primor de su falange. Y deja el sándalo y el libro, y acariciante pasa el dedo sobre el plumaje instrumental la tañedora del silencio. Stéphane Mallarmé

Alfonsina Storni

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  Dolor Quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar; que la arena de oro, y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar. Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, como una romana, para concordar con las grandes olas, y las rocas muertas y las anchas playas que ciñen el mar. Con el paso lento, y los ojos fríos y la boca muda, dejarme llevar; ver cómo se rompen las olas azules contra los granitos y no parpadear; ver cómo las aves rapaces se comen los peces pequeños y no despertar; pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse en las aguas y no suspirar; ver que se adelanta, la garganta al aire, el hombre más bello, no desear amar… Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar: y, figura erguida, entre cielo y playa, sentirme el olvido perenne del mar. Alfonsina Storni

Allen Ginsberg

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  Tema objetivo Es cierto que escribo sobre mí mismo ¿A quién otro conozco mejor? Dónde se juntan más sangre rosas rojas y basura de cocina Qué más tiene mi grueso corazón, hepatitis o hemorroides- ¿Qué otro vivió mis setenta años, mi vieja Naomi? Y si por casualidad escribo sobre política norteamericana, sabiduría, meditación, teoría del arte es porque leí un periódico amé a los maestros leí libros por encima y visité un museo Allen Ginsberg

Ted Hughes

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  El Minotauro Es algo sin mundo ¿Qué es eso que arrastran y estiran con sus largas traíllas de sonidos disipándose en el silencio del aire? Luego el llanto de un niño, en este bosque de famélicos silencios, atrae a lobos en carrera la nota de una viola, en este bosque tan sensible como el oído de un búho, trae a lobos en carrera a esos agresivos cepos babeándose, acero revestido con piel para evitar que el frío lo fracture, ojos que ignoran cómo han llegado a tener que vivir esta vida, esa que deben vivir la inocencia reptaba entre minerales. Una ráfaga de viento, el encorvado lobo tirita. Ahora aúlla, nadie sabe si de agonía o de pleno gozo. La tierra yace bajo su lengua, es un peso muerto de oscuridad intentando ver a través de sus ojos. El lobo vive de la tierra. Pero es un lobo diminuto, de poco entender. Va de aquí para allá arrastrando sus patas traseras, gimiendo trágicamente. Tiene una piel que alimentar. Está nevando estrellas esta noche y la tierra cruje.  Ted Hughes

Juan Gelman

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  Himno de la victoria (en ciertas circunstancias) en madrugada en pleno su esplendor quién sino yo como ginebras destruyendo a sus víctimas amadas para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas quién sino yo con papelitos lujosas descripciones hechas para callar o la palabra mesa las mentiras los metros de mentiras para vestir los codos del borracho los sastres están tristes pero se cose y canta se miente en cantidad hermanos míos resulta bella la fealdad amorosas las pústulas gran dignidad la infamia al pájaro al cantor al distraído le han crecido reptiles con asombro contempla su gran barbaridad hurrah por fin ninguno es inocente caballeros brindemos las vírgenes no virgan los obispos no obispos los funcionarios no funcionan todo lo que se pudre en ternura dará miro mi corazón hinchado de desgracias tanto lugar como tendría para las bellas aventuras Juan Gelman

Juana de Ibarbourou

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  Insomnio No he podido dormir. Esta noche Me ha sido negada La gracia sencilla Del sueño habitual. En un zumo de lirios morados Se anegan mis ojos sombríos y largos Y en un zimo amarillo de cera O de vara de nardo marchita, Se han ahogado las llamas rosadas Que coloran la piel de mis labios. Si me pongo recta, cruzadas las manos, La boca estrujada, Abrochados los párpados lacios, Parezco una muerta. El insomnio taladra mis sienes Con sus siete clavos de vigilia ácida. Y retoñan, retoñan deseos. ¿Dónde se halla, Señor, el amante Que mis finos cabellos peinaba Con sus manos morenas que olían A mazos de trigo y a ramos de dalias? En mi lecho, que es nata de linos, Su vacío lugar mana angustia. Y en el blanco mantel de las sábanas Me agito intranquila, Como un haz de culebras trenzadas Que el látigo rojo Del insomnio, implacable, fustiga. No sentir... No pensar... Más ahora, ¿Qué imprevista dulzura ha llegado A sentarse a los pies de mi cama? A mis párpados largos parece Que una venda de

José Martí

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  Una copa con  alas Una copa con alas: quién la ha visto antes que yo? Yo ayer la vi. Subía con lenta majestad, como quien vierte óleo sagrado: y a sus bordes dulces mis regalados labios apretaba:? Ni una gota siquiera, ni una gota del bálsamo perdí que hubo en tu beso! Tu cabeza de negra cabellera ?Te acuerdas?? con mi mano requería, porque de mí tus labios generosos no se apartaran. ?Blanda como el beso que a ti me transfundía, era la suave atmósfera en redor: La vida entera sentí que a mí abrazándote, abrazaba! Perdí el mundo de vista, y sus ruidos y su envidiosa y bárbara batalla! Una copa en los aires ascendía y yo, en brazos no vistos reclinado tras ella, asido de sus dulces bordes: Por el espacio azul me remontaba! Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista: en rueda o riel funde el herrero el hierro: una flor o mujer o águila o ángel en oro o plata el joyador cincela: Tú sólo, sólo tú, sabes el modo de reducir el Universo a un beso! José Martí

Tawara Machi

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  Ser viento La carta está llena de amor. El amor de la fecha que pone el matasellos. *** Es acabar de escribir y pegar el sello a la carta, y ya me pongo a esperar tu respuesta. *** Pintado del color que indica el inicio de la espera, se yergue también hoy el buzón de correos. Tawara Machi