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Mostrando las entradas de octubre, 2023

Alejandra Pizarnik

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  Esta lila se deshoja... Esta lila se deshoja. Desde sí misma cae y oculta su antigua sombra. He de morir de cosas así. Alejandra Pizarnik

Jack Kerouac

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Blues Parte de las estrellas matutinas La Luna y el correo La codiciosa X, el rabioso dolor, -la luna Sittle La Pottle, ti, ti, ti-, Los poetas son viejas habitaciones sabiondas escriben doblados sobre palabras y saben que las palabras se inventaron porque nada era nada Al usar palabras, usa palabras la X y el papel Y la página blanca del emperador Y el último de los toros Antes de que la primavera funcione Estamos todos perdidos nada que consigamos como sea Así comerciamos en la noche en el mercado de palabras Jack Kerouac

Amado Nervo

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El fantasma y yo Mi alma es una princesa en su torre metida, con cinco ventanitas para mirar la vida. Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó. y tu alma, que desde antes de morirte volaba, es un ala magnífica, libre de toda traba... Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo! ¡Qué entiendo de las cosas! Las cosas se me ofrecen, no como son de suyo, sino como aparecen a los cinco sentidos con que Dios limitó mi sensorio grosero, mi percepción menguada. Tú lo sabes hoy todo..., ¡yo, en cambio, no sé nada! Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo! Amado Nervo

Federico García Lorca

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  La sangre derramada ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras ¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que

Juan Ramón Jiménez

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  Octubre Estaba echado yo en la tierra, enfrente del infinito campo de Castilla, que el otoño envolvía en la amarilla dulzura de su claro sol poniente. Lento, el arado, paralelamente abría el haza oscura, y la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña partida honradamente. Pensé arrancarme el corazón, y echarlo, pleno de su sentir alto y profundo, al ancho surco del terruño tierno, a ver si con romperlo y con sembrarlo, la primavera le mostraba al mundo el árbol puro del amor eterno. Juan Ramón Jiménez

Anne Sexton

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  Nosotros Yo iba envuelta en pieles negras y en pieles blancas y tú me deshiciste y luego me colocaste en la luz dorada y luego me coronaste, mientras fuera de la puerta la nieve caía en dardos diagonales. Mientras diez centímetros de nieve se apilaban como estrellas en pequeños fragmentos de calcio, estábamos en nuestros propios cuerpos (este cuarto nos enterrará) y tú estabas en mi cuerpo (este cuarto vivirá más que nosotros) y primero froté tus pies secándolos con una toalla pues fui tu esclava y luego me llamaste princesa. ¡Princesa! Ah, entonces me levanté en mi piel dorada y ritmé los salmos y tiré la ropa y me soltaste las bridas y me soltaste las riendas y me solté los botones, los huesos, las confusiones, las tarjetas postales de Nueva Inglaterra, las noches de enero a las diez, y como trigo crecimos, acre sobre acre de oro, y cosechamos, cosechamos. Anne Sexton

Margaret Atwood

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Los poetas resisten. Los poetas resisten. Es difícil librarse de ellos, aunque Dios sabe que se ha intentado. Nos los encontramos en el camino en actitud mendicante, con sus platos, una costumbre ancestral. No tienen nada, excepto moscas secas y céntimos falsos. Nos miran como pasmados. ¿Están muertos o qué? Sin embargo, tienen esa mirada irritante de los que saben más que nosotros. ¿Saben más de qué? ¿Qué es lo que alegan saber? Escupidlo, les silbamos. ¡Decidlo claro de una vez! Si buscas una respuesta sencilla, entonces fingen estar locos, o borrachos, o pobres. Se pudieron esos disfraces hace algún tiempo, esos jerséis negros, esos andrajos; ahora pueden quitárselos Y tienen problemas con sus dientes. Ésa es una de sus cargas. Les vendría bien ir al dentista. También tienen problemas con sus alas. No se muestran dispuestos a colaborar con nuestro departamento de vuelos. Ya no planean, no resplandecen, no bromean. ¿Para qué demonios les pagamos? (Imagina que les pagamos.) No pueden

Mario Benedetti

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Currículum El cuento es muy sencillo usted nace contempla atribulado el rojo azul del cielo el pájaro que emigra el torpe escarabajo que su zapato aplastará valiente usted sufre reclama por comida y por costumbre por obligación llora limpio de culpas extenuado hasta que el sueño lo descalifica usted ama se transfigura y ama por una eternidad tan provisoria que hasta el orgullo se le vuelve tierno y el corazón profético se convierte en escombros usted aprende y usa lo aprendido para volverse lentamente sabio para saber que al fin el mundo es esto en su mejor momento una nostalgia en su peor momento un desamparo y siempre siempre un lío entonces usted muere. Mario Benedetti

Oliverio Girondo

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  ¿Dónde? ¿Me extravié en la fiebre? ¿Detrás de las sonrisas? ¿Entre los alfileres? En la duda? ¿En el rezo? ¿En medio de la herrumbre? ¿Asomado a la angustia, al engaño, a lo verde?… No estaba junto al llanto, junto a lo despiadado, por encima del asco, adherido a la ausencia, mezclado a la ceniza, al horror, al delirio. No estaba con mi sombra, no estaba con mis gestos, más allá de las normas, más allá del misterio, en el fondo del sueño, del eco, del olvido. No estaba. ¡Estoy seguro! No estaba. Oliverio Girondo

Pablo Neruda

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  Ahora es Cuba Y luego fue la sangre y la ceniza. Después quedaron las palmeras solas. Cuba, mi amor, te amarraron al potro, te cortaron la cara, te apartaron las piernas de oro pálido, te rompieron el sexo de granada, te atravesaron con cuchillos, te dividieron, te quemaron. Por los valles de la dulzura bajaron los exterminadores, y en los altos mogotes la cimera de tus hijos se perdió en la niebla, pero allí fueron alcanzados uno a uno hasta morir, despedazados en el tormento sin su tierra tibia de flores que huía bajo sus plantas. Cuba, mi amor, qué escalofrío te sacudió de espuma la espuma, hasta que te hiciste pureza, soledad, silencio, espesura, y los huesitos de tus hijos se disputaron los cangrejos. Pablo Neruda

E. E. Cummings

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Llevo tu corazón conmigo llevo tu corazón conmigo (lo llevo en mi corazón) nunca estoy sin él (tú vas dondequiera que voy, mi querida, y lo que sea que yo hago lo haces tú, amada mía)                                                                          no temo al destino (ya que tu eres mi destino, mi amor) no quiero ningún mundo (tu belleza es mi mundo, mi verdad) y tú eres todo lo que una luna siempre ha sido y todo lo que un sol cantará siempre eres tú aquí está el secreto más profundo que nadie conoce (aquí está la raíz de la raíz y el brote del brote y el cielo del cielo de un árbol llamado vida; que crece más alto de lo que el alma puede esperar o la mente puede ocultar) y esta es la maravilla que mantiene las estrellas separadas llevo tu corazón (lo llevo en mi corazón) E. E. Cummings

Jorge Luis Borges

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La cifra  La amistad silenciosa de la luna (cito mal a Virgilio) te acompaña desde aquella perdida hoy en el tiempo noche o atardecer en que tus vagos ojos la descifraron para siempre en un jardín o un patio que son polvo.     ¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día, podrá decirte verdaderamente: No volverás a ver la clara luna, Has agotado ya la inalterable suma de veces que te da el destino. Inútil abrir todas las ventanas del mundo. Es tarde. No darás con ella. Vivimos descubriendo y olvidando esa dulce costumbre de la noche. Hay que mirarla bien. Puede ser la última. Jorge Luis Borges

Vladimir Maiakovski

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  A ti, mujer, a quien enredo en conmovedora aventura, o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente. Todos pasan temerosos apretando los bolsillos. ¡Ridículos! ¡A los pobres, qué pueden robarles! Pasarán los años lo sabrán ustedes, tal vez, yo, candidato a dos metros de la morgue municipal, soy infinitamente más rico, que cualquier Pierpont Morgan. Al cabo de tantos y tantos años, ya no viviré, moriré de hambre, o un tiro me pegaré a mí, al de fuego, me estudiarán los profesores, hasta los puntos y las comas, y hablarán de dónde y cómo, y cuándo vivió y nació… Y desde la cátedra, un idiota de frente saliente, recordará a Dios o al demonio. Se inclinará la muchedumbre, adorándome inquieta, y no me reconocerán. Yo no soy yo. Dibujarán una cabeza, con cuerpo o con aureola, y todas las estudiantes, antes de dormirse, soñarán acostadas sobre mis versos. Soy pesimista -dicen- ¡Ya lo sé! ¡Siempre habrá aprendices en la tierra! Pero al fin, escuchádme: todo lo que posee mi alma, todo, ¿a ver q

Lu Xun

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  Sensaciones de una noche otoñal Detrás de la cortina de gasa con dibujos vuela el tiempo; al lado del conjunto de cipreses y castaños hay un terreno para los oficios taoístas. El emperador Wang al fin hace que cambien las hierbas fragantes; se desorienta el sol y escasamente adorna el gran campo desolado. ¿Quién viene a ofrendar dulces y frutas a los mil budas? Difícilmente las flores de loto se asemejan a los seis mozos. A la medianoche el gallo canta y el viento y la lluvia se juntan; enciendo un cigarrillo y siento una nueva frescura. Lu Xun

Emily Dickinson

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  505 Yo no pintaría—un cuadro— Preferiría ser Quien Su brillante imposibilidad Contemplase—con deleite— Y se preguntara qué sienten los dedos Cuya rara—celestial—emoción Evoca tan dulce Tormento— Tan suntuosa—Desesperación— Y no hablaría, como las Cornetas— Preferiría ser yo a Quien Alzasen muy suavemente hasta el Techo— Y afuera, para avanzar despacio— Sobre Pueblos de Éter— Convertida ya en Globo Por sólo un labio de Metal— El dique que condujera a mi Pontón— Ni sería Poeta— Es mejor—poseer un Oído— Enamorado—impotente—contento— Licencia para venerar, Privilegio tan atroz ¡Cuál sería la Dote, Si tuviera yo el Arte de aturdirme Con Relámpagos de Melodía! Emily Dickinson

W. H. Auden

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  Funeral blues  Paren todos los relojes, descuelguen el teléfono, Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso, Silencien los pianos, y con un apagado timbal, Saquen el ataúd, dejen pasar a los deudos. Que los aviones nos sobrevuelen en círculos luctuosos garabateando en el cielo el mensaje Él ha muerto, Pongan un crespón alrededor de los cuellos blancos de las palomas, Que los policías de tráfico usen guantes negros de algodón.  Él era mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste, Mi semana de trabajo y mi descanso dominical, Mi mediodía, mi medianoche, mi palabra, mi canción; Creí que el amor sería eterno, pero me equivoqué. Ya no deseo las estrellas: apáguenlas todas; Llévense la luna y desmantelen el sol; Vacíen el océano y talen los bosques, Porque ya nada puede volver a ser como antes. W. H. Auden

Robert Frost

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  Lo más próximo Pensó que a solas podía captar el universo entero; Pero la única voz que obtuvo por respuesta Fue el falso eco de sí mismo Que procedía del precipicio, al otro lado del lago. Una mañana, desde una roca de la playa, Clamó que lo que él quería en la vida No era una mera copia hablada de su propio amor Sino un amor correspondido, y con voz propia. Y la única respuesta encarnada Capaz de dar respuesta a su queja matinal Comenzó a descender, en la otra orilla, por el talud del acantilado hasta el lago para zambullirse después en las distantes aguas. Pero cuando tras nadar un buen trecho se aproximó a su orilla En lugar de poseer forma humana Y de ser quien él tanto había anhelado Resultó ser un gran macho cabrío, que aparecía poderoso apartando las encrespadas aguas con su enorme pecho. Y al llegar a tierra Desprendiendo agua como una cascada, Comenzó a tambalearse a través de las rocas con su cornamenta, Hasta que se perdió en la maleza -y eso fue todo-. Robert Frost

Lila Calderón

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  El corazón es un lugar común Yo sólo veo un trance de árboles que van pasando cargados de anuncios. Un violín en ruinas, un barco fantasma aves descompaginadas en el truco del rumbo. Espejos que no tienen más historia que la de los personajes que pasan y se reflejan. Una bandada de estatuas a ras de suelo. El planeta en donde nacerá el futuro y los milagros que me proponga. Veo al verbo caminando inadvertido por las noches en diversas fuentes de luz. Veo que amanece a cada vuelta del reloj. LA CIUDAD ES UN LUGAR COMÚN Lila Calderón

Charles Baudelaire

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Los gatos   Los amantes fervientes y los sabios austeros también aman, en su madura estación, a los poderosos y mansos gatos, orgullo de la casa, que como ellos son frívolos y sedentarios. Amigos de la ciencia y la voluptuosidad buscan el silencio y el horror de la oscuridad; Érebo los hubiera admitido como sus fúnebres mensajeros, si pudieran con servidumbre doblegar su orgullo. Tienen ellos en cuenta las nobles actitudes de las grandes esfinges recostadas al fondo de las soledades, que parecen dormir un sueño sin fin; Sus riñones fecundos están llenos de chispas mágicas, y polvo de oro, incluyendo arena fina, llénanse vagamente de estrellas sus pupilas místicas.   Charles Baudelaire

James Joyce

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Tutto é sciolto Cielo sin pájaros, crepúsculo marino, una estrella solitaria Horada el Occidente, Como tú, corazón mío, recuerdas, tan vago, tan distante El tiempo del amor.   La tierna mirada de los ojos claros y jóvenes, la cándida frente, El fragante cabello, Descendiendo como a través del silencio desciende ahora El crepúsculo desde el aire.   ¿Por qué pues, al recordar aquellas tímidas Y dulces tentaciones, te afliges Cuando el dulce amor que ella entregaba con un suspiro Era casi tuyo? James Joyce  

Antonio Gamoneda

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  He tirado al abismo el hueso de la misericordia; no es necesario cuando el dolor es parte de la serenidad, pero la lucidez trabaja en mí como un alcohol enloquecido. Sé que las uñas crecen en la muerte. No baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al expulsar la falsedad, nos desollamos y no viene nadie. No hay sombras ni agonía. Bien: no haya más que luz. Así es la última ebriedad: partes iguales de vértigo y olvido. Antonio Gamoneda

Tadeusz Różewicz

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  En la mitad de la vida   Después del fin del mundo después de mi propia muerte me encontré en la mitad de la vida construyéndome construyendo la vida los seres los animales los paisajes esto es una mesa —decía— esto es una mesa sobre la mesa pan y cuchillo cuchillo para cortar pan pan —alimento del hombre al hombre hay que amarlo —aprendía día y noche— ¿a quién debes amar? yo contestaba: al hombre esto es una ventana —decía— esto es una ventana detrás de la ventana hay un jardín en el jardín veo un manzano el manzano florece pierde flores se forman frutas maduran mi padre arranca una manzana el hombre que arrancó la manzana es mi padre me senté en el umbral esta anciana que pasa arrastrando una cabra amarrada vale más que siete maravillas del mundo quien piensa y siente lo contrario asesina a la humanidad esto es el hombre árbol esto es pan los humanos comen para vivir —me estaba repitiendo— la vida human