A ti, mujer, a quien enredo en conmovedora aventura, o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente. Todos pasan temerosos apretando los bolsillos. ¡Ridículos! ¡A los pobres, qué pueden robarles! Pasarán los años lo sabrán ustedes, tal vez, yo, candidato a dos metros de la morgue municipal, soy infinitamente más rico, que cualquier Pierpont Morgan. Al cabo de tantos y tantos años, ya no viviré, moriré de hambre, o un tiro me pegaré a mí, al de fuego, me estudiarán los profesores, hasta los puntos y las comas, y hablarán de dónde y cómo, y cuándo vivió y nació… Y desde la cátedra, un idiota de frente saliente, recordará a Dios o al demonio. Se inclinará la muchedumbre, adorándome inquieta, y no me reconocerán. Yo no soy yo. Dibujarán una cabeza, con cuerpo o con aureola, y todas las estudiantes, antes de dormirse, soñarán acostadas sobre mis versos. Soy pesimista -dicen- ¡Ya lo sé! ¡Siempre habrá aprendices en la tierra! Pero al fin, escuchádme: todo lo que posee mi alma, todo, ¿a ver q