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Mostrando las entradas de marzo, 2024

T. S. Eliot

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    Luna de miel Ellos han visto los Países Bajos, regresan a Tierra Alta; Pero una noche de verano, helos aquí en Ravena, Cómodos entre dos sábanas, con doscientas pulgas, El sudor estival y un fuerte olor a perra. Reposan sobre las espaldas abriendo las rodillas De cuatro piernas fofas todas hinchadas de mordidas. Se levantan las sábanas para mejor rascarse A menos de una legua de aquí esta Saint Apollinaire En clase, basílica conocida de los aficionados De capiteles de acanto que sacude el viento.   Van a tomar el tren de las ocho Prolongar sus miserias de Padua a Milán Donde se encuentra la Cenne y un restaurant barato El piensa en las propinas y redacta la cuenta Habrán visto la Suiza y atravesado Francia y Saint Apollinaire, terco y ascético, Vieja fábrica desafectada de Dios, mantiene aún En sus piedras derrumbadas la forma precisa de Bizancio. T. S. Eliot

Leo Zelada

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  Underground blues para Jim Morrison luna roja y en la radio la precisa melodía proyecta tus arpegios endiablados viejo Jim Morrison arqueas la cintura la sensualidad de tus labios y entre filtros de peyote y vasos de aguardiente te diriges peligrosamente hacia el fin  - enciendes el cigarro alzas la copa de vino y brindas por ti, por Blake Artaud, tus oscuros fantasmas - la mirada extraviada  el seco gemido nadie entiende el descarnado alarido que parte el cielo en pedazos la muerte traidora danzando sobre tu cuerpo la soledad desnuda en medio del escenario el baile indio  el suicidio anunciado entregando en cada concierto tu más rotunda agonía rey de los lagartos. Leo Zelada

Dulce María Loynaz

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Si fuera nada más Si fuera nada más que una sombra sin sombras; que una íntima tiniebla de dentro para fuera... Si fuera-nada más-la misma tiniebla de hoy... O la de ayer, o la de todos los días... Y ninguna cosa más honda ni más ardiente ni más fría. Si fuera como el retorno de un viaje cansado..., un encontrar la antigua casa, la olvidada almohada que más blanda parecería... Si ni siquiera fuera almohada ni casa ni sombra ni vía de retorno o de fuga, ni miel que recoger, ni acíbar... Si sólo fuera-al fin...-un breve reintegrarse a la nada tibia... Dulce María Loynaz

Gabriel Celaya

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  La vida, ahí afuera Esa vida que no es mía y me rodea, el misterio de la muerte, lo que llamamos la muerte y el misterio de la vida siempre abierta, lo que llamamos la vida en el árbol, en las nubes y en el agua, y en el viento y en el mundo que es quien es sin ser humano, y en la inmensa transparencia que no se dice, se muestra en eso que busqué tanto y ahora encuentro regresando: La infancia, quizá, la infancia, nuestro final seguro, nuestro cuento, nuestro canto, nuestra mágica conciencia: El total de lo sin fin y de la vida abierta. Gabriel Celaya

Víctor Coral

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 Uchuraccay, un sobreviviente Desde el fondo del valle de la matanza, una vez idos los turbios invasores, mi padre recuerda en voz alta: Hace muy poco aquí florecían la retama y la rosa; la cantuta y el amaranto se peleaban nuestras miradas. Hace apenas un año en este valle abrevaban los gamos en el puquio y los halcones buscaban huevos tiernos entre los pinos y robles del bosquecillo. Pero a mí me parece todo eso locura. Nunca existió tal valle de la vida. Esto es polvo muerto y desolación; chirriar de vientos moribundos, heder de carnes despavoridas. Misterio: lo oscuro nos marca más fuerte que la vida. Víctor Coral

José María Fonollosa

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Broadway El amor es un juego apasionante y el mejor sustituto del amor. De aquel amor inmenso, el amor único, que uno halla varias veces por el tiempo. El recíproco amor es lo más bello. Lo sabemos los dos. Pero es muy grande el vacío que se abre entre el amor que se ha ido y el amor que aún no ha llegado. ¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza si es posible colmarlo de sonrisas? Si se ha ocultado el sol pueden los faros del coche iluminar la carretera. Mientras llega otro amor buscando el nuestro juguemos, sólo juego, a enamorarnos. Juguemos a querernos, sin querernos, hasta el día en que alguno de los dos vuelva a sentir amor por cualquier otro. El amor es hermoso aun como juego. José María Fonollosa

Enza García Arreaza

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  en 2008 aprendí varias cosas por ejemplo es mala idea ponerse de novia con un muchacho cuyo padre dejó a su esposa por otra mujer al final puedes terminar metida en una caja de zapatos te pueden pedir que bailes con unos lobos de segunda mano y ofrezcas tu hígado al mejor postor la gente es interesante claro pero los niños abandonados son todos caníbales Enza García Arreaza

Dimas Prychyslyy

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 Las despedidas Hacíamos cuencos con las palmas de las manos para enterrar a nuestros hijos en caras desconocidas. Bebíamos en ocasiones el silencio de los cuarto oscuros,  el chasquido de gastados mecheros, la caída parcial de algún mito. Ahí todos éramos iguales. Llorábamos a nuestras madres cuando ya era tarde, muy tarde ya, para despedirnos de ellas. Dimas Prychyslyy

Cora Coralina

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Saber vivir No sé… si la vida es corta o demasiado larga para nosotros.  Mas sé que nada de lo que vivimos tiene sentido, si no tocamos el corazón de las personas. Muchas veces basta ser: regazo que acoge, brazo que envuelve, palabra que conforta, silencio que respeta, alegría que contagia, lágrima que corre, mirada que acaricia, deseo que sacia, amor que motiva. Y eso no es cosa de otro mundo, es lo que da sentido a la vida, es lo que hace que ella no sea ni corta, ni demasiado larga, sino que sea intensa, verdadera, pura…. mientras dure. Cora Coralina

Antonio Carvajal

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Tigres en el jardín Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora, como un trigal de cielo derramado en la vega, y hemos sorbido el agua que tu contacto dora y ese aroma de rosas que nos cerca y anega. En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora libertad nuestra sangre, mientras la nube llega, se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora, y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega. Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes, tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso este amor sin futuro y esta luz de los dientes. Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso, y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes de plata ha levantado la muerte a nuestro beso. Antonio Carvajal

Gabriel Zaid

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  Nocturno Manantiales del agua  ya perenne, profunda vida  abierta en tus ojos. Convive en ti la tierra Poblada, su verdad numerosa y sencilla. Abre su plenitud callada, su misterio, la fábula del mundo. Hallan su vocación  del Huerto, su quehacer,  manos contemplativas. Estalla un mediodía  nocturno, arde en gracia la noche, calla el cielo.  Tenue viento de pájaros de recóndito fuego habla en bocas y manos.  Viñas, las del silencio. Viñas, las de las palabras cargadas de silencio. Gabriel Zaid

Rupi Kaur

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¿pensabas que yo era una ciudad lo bastante grande para fugarte un fin de semana? soy el pueblo que la rodea aquél del que nunca has escuchado pero por el cual siempre viajas aquí no hay luces de neón ni rascacielos ni estatuas pero hay un trueno que hace temblar  los puentes no soy carne callejera soy jalea hecha en casa tan espesa como para cortar lo más dulce que tus labios hayan tocado no soy sirenas policiacas soy el crujir de una chimenea yo podría incendiarte y tú no podrías arrancar los ojos de mí porque me vería tan hermosa que te sonrojarías no soy una habitación de hotel soy un hogar no soy el whiskey que quieres sino el agua que necesitas no vengas con expectativas no intentes hacer vacaciones en mí  Rupi Kaur

Elvira Sastre

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Lo reconozco Debo reconocer que quizás no estés en el sitio justo que mereces: ese que nunca desocupo. Debo reconocer que quizás no te necesite de esa manera tan violenta de los animales que jadean miseria, aunque yo sea uno de ellos. Que quizá esto sea otra cosa más tranquila propia de aquellos a los que les cansa más una sonrisa que la propia vida, aunque yo sea uno de ellos. Debo reconocer que no le pongo ni puertas ni ruidos ni alas a este amor que a veces nos espera tras la puerta y otras se lanza con violencia sobre nuestros cuerpos desnudos. Debo reconocer que no tengo miedo: sólo heridas. Elvira Sastre

Taja Kramberger

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  Los ojos fríos de las calles abandonadas Los ojos fríos de las calles abandonadas Los ojos fríos de la sabiduría calcinada Los ojos fríos de la familiaridad pegajosa Los ojos fríos de la libertad dosificada Los ojos fríos del acero de la escopeta de dos cañones apuntando al hombre La caliente palma de la mano materna puesta en la frente de un niño Taja Kramberger

Sergio Leandro

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 5 Oh, cielo mío, ya veo esplenderse este inmenso jardín brinda su halo la luna y los estratos se empiezan a mover. Todo aquí despierta es el final de un largo sueño. Ya alcanzo a ver el cálido brillo en tus ojos. Lanza su vaho la osamenta. Su aroma, las flores. Reposa en los pétalos el halo lunar. Brillo de plata que despierta el sueño de las voces que trae la noche.  Sergio Leandro

Roberto Sosa

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  Malditos bailarines sin cabeza Aquellos de nosotros que siendo hijos y nietos de honestísimos hombres de campo, cien veces negaron sus orígenes antes y después del canto de los gallos. Aquellos de nosotros que aprendieron de los lobos las vueltas sombrías del aullido y el acecho, y que a las crueldades adquiridas agregaron los refinamientos de la perversidad extraídos de las cavidades de los lamentos. Y aquellos de nosotros que compartieron (y comparten) la mesa y el lecho con heladas bestias velludas destructoras de la imagen de la patria, y que mintieron o callaron a la hora de la verdad, vosotros, -solamente vosotros, malignos bailarines sin cabeza- un día valdréis menos que una botella quebrada arrojada al fondo de un cráter de la Luna. Roberto Sosa

Joumana Haddad

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Lástima si eso se queda atrás Me arrellanaré sobre tu cama Como dactilares de fuego. Me implantaré en tu noche, Y mi día brotará desde tu jarro. Conoceré tus cuartos de memoria palabra por palabra, Y tus versos línea por línea. Correré y correré frente a ti, Y presionaré la mano del viento y la traeré encima. Mi boca se moverá desde tu frente hasta tu cuello, Desde tu nuca hasta el extremo más importante, Y dejaré posar mis sueños sobre tus hombros Y me dejarás vagar. Acércate. La tierra se colapsa sobre mí Y yo no escaparé entre mí misma. La lujuria desea saborearme Pero yo no la guiaré hasta mi casa. Mi traje me está devorando Pero no lo ahuyentaré yo sola. Acércate. Penetras mi cabeza Y así me velo yo misma con mi fantasía, y te acoso. Acércate. Yo no te llamaré mucho tiempo. Ven, adhiérete Y no malgastes mi vertiginosa exaltación. Desgracia para ti de mi fragancia Si ella se queda atrás ¡Y yo me voy! Joumana Haddad

Alejandro Zambra

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                                      (4) (Fue la mano no era yo quien saludaba: había una vez una mano una mano sola una mano y un brazo había una vez un brazo revisando a tientas el fondo de una bolsa. Entonces la bolsa y el brazo —y la mano— hicieron un compromiso. Eso hicieron, un compromiso: el brazo puede quedarse con la mano y la bolsa puede quedarse con la mano y el brazo si y sólo si los vasos, las tijeras y las resmas, si y sólo si el sol sale prudentemente de la escena si y sólo si los cigarros guardan estricto silencio si el café sigiloso se empoza y los ojos sobre todo los ojos se limitan a observar a las plantas que crecen estoica anónimamente mientras cae no la noche pero algo: una sombra peligrosa que recubre de una vez los pestillos los pasillos y el autor que revuelve la cerveza —eso hace, revuelve la cerveza, saluda a la cámara, dice ruido por decir algo hace formas con la mano y con las cejas con el brazo consigue los papeles revisa las líneas que le tocan y decide

Daniel Zazo

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Ruego  Que nunca se formen glaciares en tus labios. Retrasa todo lo que puedas la larga marcha que conduce, de manera irremediable, hacia los remotos feudos del hielo. No permitas que la nieve se pose en silencio para anunciar la comparecencia del invierno en los relojes del deseo. Y procura que los peces del cielo de tu boca no abandonen jamás esa mandíbula y sigan nadando, a contracorriente, entre los pliegues y repliegues de mi piel. Daniel Zazo

Ocean Vuong

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  Un  poco más cerca del precipicio Son lo suficientemente jóvenes para creer que nada puede cambiarlos y así entran de la mano   al cráter que dejó la bomba. La noche está colmada de dientes negros. Su Rolex falso, que en unas semanas se estrellará contra su mejilla, ahora se desvanece como una pequeña luna detrás de su pelo.   En esta versión la serpiente no tiene cabeza; está inerte como una cuerda desatada de los tobillos de los amantes. Él levanta su falda blanca de algodón y revela otra hora. Su mano. Sus manos. Las sílabas   dentro de ellas. Oh, padre, Oh presagio, empuja hacia su interior, mientras el campo se hace trizas con el gemir de los grillos. Muéstrame cómo la ruina construye su hogar con huesos de cadera. Oh, madre, Oh, minutero; enséñame a estrechar a un hombre como la sed   estrecha al agua. Permite que todos los ríos envidien nuestras bocas. Permite que cada beso golpee el cuerpo   como una estación. Donde las manzanas retruenan sobre el mundo con pezuñas rojas. Y y

Rabindranath Tagore

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  El camino Allí donde existen los caminos, pierdo mi camino. En el ancho mar, en lo azul del vasto cielo nadie trazó rutas jamás. Las alas de los pájaros y su canto, la llamita de las estrellas, las flores en ronda de las estaciones, ocultan el sendero. Y he preguntado a mi corazón: ¿Acaso tu sangre, el paso de la sangre, no conoce el camino invisible? Rabindranath Tagore