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Mostrando las entradas de mayo, 2025

Raymond Carver

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  Bebiendo en el coche Es agosto y no he leído un libro en seis meses salvo una cosa titulada The Retreat Form Moscow de Caulaincourt. Sin embargo, soy feliz cuando voy en coche con mi hermano bebiendo una pinta de Old Crow. No vamos a ningún sitio, conducimos sin más. Si cerrara los ojos durante un minuto no sabría dónde estoy y me tumbaría encantado a dormir para siempre a la orilla de la carretera. Pero mi hermano me da un suave codazo. En un momento va a pasar algo. Rraducción de Jorge Priede

Leopoldo Marechal

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Del amor navegante Porque no está el Amado en el Amante Ni el Amante reposa en el Amado, Tiende amor su velamen castigado Y afronta el ceño de la mar tonante. Llora el Amor en su navío errante Y la tormenta libra su cuidado, Porque son dos: Amante desterrado Y Amado con perfil de navegante. Si fuesen uno, Amor no existiría Ni llanto ni bajel ni lejanía, Sino la beatitud de la azucena. ¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa! ¡Oh círculo apretado de la rosa! Con el número Dos nace la pena.

Leónidas Lamborghini

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  El gayo fané El gayo Fané en la madrugada: visto en la madrugada por la fiera del tiempo que lo chifla. La fiera del tiempo chifla al gayo Fané y la hace ver: la Belleza cascajo. Teñida. la Belleza chueca. la Belleza dos cuartas. picoteada. cachivache. La Belleza percha. des- cangayada. la Belleza nuez: bajo. deshecha. El gayo Fané en la madrugada chiflado por la fiera del tiempo se ve: un mendigo un desplumado un ruin un de rodillas. El chiflido de la fiera del tiempo en la madrugada. el chiflido que hace ver. que chifla. El suicidio del gayo Fané: chiflado.

Gustavo Tisocco

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Poema de diez hectáreas Para escribir un poema de diez hectáreas tendré que convocar a todos los peces, al mago que deambula en las noches, al aroma de pan horneado, a la espuma del mar. Deberé resucitar a los que me dejaron, retornar barcos encallados en la brisa, zafiros y esmeraldas, al niño que soñaba con ser espantapájaros, al viejo campanario, al andén del pueblo aquel. Pondré el nombre de mi madre, los fantasmas de mi gente, una gota de río, la caricia del sauce. De la más ínfima hierba la fragancia, del rompecabezas los enigmas y de los ojos del ausente las plegarias. Un poema de diez hectáreas insume tener frío, dejarse llevar como una veleta, despertar en el tango que nos desnuda, ser cometa, buzón, arquero. Que nos deslumbren los cuentos de sal, el vuelo del colibrí, y las estatuas en su jaula. Que tenemos un país herido no debo olvidar, que hay abuelas que esperan y una isla llena de lápidas y voces en la bruma. Que el Crucificado sigue siendo crucificado, que se mutilan a ...

Darío Rojo

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  Una tabla sostenida por monstruos marinos eso es el fin. Pero al no poder soportar una verdad tan simple tuvimos que inventar la noción de infinito. Un complejo sistema de combinatorias que sólo es posible cuando olvidamos el par de tortugas que todo lo sostiene: una de espaldas a la otra.

Luis de Góngora y Argote

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  A cierta dama que se dejaba vencer Mientras Corinto, en lágrimas deshecho, La sangre de su pecho vierte en vano, Vende Lice a un decrépito indïano Por cient escudos la mitad del lecho. ¿Quién, pues, se maravilla deste hecho, Sabiendo que halla ya paso más llano, La bolsa abierta, el rico pelicano, Que el pelícano pobre, abierto el pecho? Interés, ojos de oro como gato, Y gato de doblones, no Amor ciego, Que leña y plumas gasta, cient arpones Le flechó de la aljaba de un talego. ¿Qué Tremecén no desmantela un trato, Arrimándole al trato cient cañones?

Rubén Darío

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Amo, amas Amar, amar, amar, amar siempre, con todo el ser y con la tierra y con el cielo, con lo claro del sol y lo oscuro del lodo; amar por toda ciencia y amar por todo anhelo. Y cuando la montaña de la vida nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, amar la inmensidad que es de amor encendida ¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

Daniel Durand

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  Hay gotas de leche en la baldosa No sirve para nada todo esto que tengo ante mis ojos y digo: No vale nada toda esta basura y pienso: Ya va por la quinta la cerveza y en nada ayuda la literatura, está la guasca chorreando por el piso después de haber estado adentro de la concha de Susana y en nada los estantes ayudan con su misterio con su verdad su tedio. En nada para nadie es todo esto. Lo veo en los colores en el celeste del paraíso en el naranja del infierno en ese rojo La poesía todavía no existe Nunca va a haber literatura.

Gonzalo Rojas

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80 veces nadie ¿Y?, rotación y traslación, ¿nos vemos el XXI? ¿Nos vamos o nos quedamos? Van 80, y qué.                 De nariz van 80, de aire, de mujeres    velocísimas que amé, olí, palpé, de mariposas maravillosas del Cáucaso irreal adonde no se llega tan fácilmente porque no hay Cáucaso irrea1, de eso                                                     y nada van 80, de olfato de niñez corriendo Lebu abajo, los pies sangrientos rajados por el roquerío y el piedrerío, de eso, del carbón pariente del diamante, de las gaviotas libérrimas van 80, del zumbido ronco del mar,                                        de la diafanidad del mar.                    ...

Raymnd Carver

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El reloj de Kafka A partir de una carta Tengo un oficio con un diminuto salario de 80 coronas, y unas infinitas 8 o 9 horas de trabajo. Devoro el tiempo fuera de la oficina como una bestia salvaje. Algún día espero sentarme en una silla en otro país, frente a una ventana con vistas a campos de caña de azúcar o cementerios mahometanos. No me quejo tanto del trabajo como de la lentitud del tiempo cenagoso. ¡Las horas de trabajo no pueden dividirse! Siento la presión de las ocho o nueve horas enteras incluso en la última media hora del día. Es como un trayecto en tren que durara noche y día. Al final te sientes completamente abrumado. Ya no piensas en la tensión del motor, o en las colinas o los campos llanos, sino que atribuyes todo lo que ocurre sólo a tu reloj. El reloj que sostienes todo el tiempo en la palma de la mano. Y que sacudes. Y que te llevas, incrédulo, lentamente a la oreja. Traducción de Jordi Doce

Rafael Alberti

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El ángel tonto Ese ángel, ése que niega el limbo de su fotografía y hace pájaro muerto su mano. Ese ángel que terne que le pidan las alas, que le besen el pico, seriamente, sin contrato. Si es del cielo y tan tonto, ¿por qué en la tierra? Dime. Decidme. No en las calles, en todo, indiferente, necio, me lo encuentro. ¡El ángel tonto! ¡Si será de la tierra! -Sí, de la tierra sólo. El ángel del misterio Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos, pisados por un nombre y una sombra. No sé si por un nombre o muchos nombres, si por una sombra o muchas sombras. Reveládmelo. Sé que habitan los pozos frías voces, que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos, de un alma sola o muchas almas. No sé. Decídmelo. Que un caballo sin nadie va estampando a su amazona antigua por los muros. Que en las almenas grita, muerto, alguien que yo toqué, dormido, en un espejo, que yo, mudo, le dije... No sé. Explicádmelo.

Mark Strand

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Comiendo poesía Corre tinta por las comisuras de mi boca. No puedo ser más feliz. He estado comiendo poesía. La bibliotecaria no da crédito. Tiene los ojos tristes y se pasea con las manos en el vestido. No queda ni un poema. La luz es tenue. Los perros ya trepan por la escalera del sótano. Los ojos se les salen de las órbitas, las patas leonadas arden como maleza. La pobre bibliotecaria empieza a llorar y golpear el suelo con los pies. No entiende nada. Cuando me pongo de rodillas para lamer su mano da un grito. Soy un hombre nuevo. Suelto un gruñido y echo a ladrar. Doy brincos de alegría en la oscuridad libresca. (versión de Jordi Doce) Corre tinta por las comisuras de mi boca. No puedo ser más feliz. He estado comiendo poesía. La bibliotecaria no da crédito. Tiene los ojos tristes y se pasea con las manos en el vestido. No queda ni un poema. La luz es tenue. Los perros ya trepan por la escalera del sótano. Los ojos se les salen de las órbitas, las patas leonadas arden como maleza. ...

James Joyce

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Una flor regalada a mi hija Frágil la rosa blanca y frágiles La manos que la dieron Cuya alma marchita es más pálida Que la onda menguada del tiempo. Rosa frágil y hermosa -pero aún es más frágil El prodigio salvaje Que se esconde en tu suave mirada, Mi muchacha de venas azules. [Trieste, 1913] Traducción de  Isaías Garde

Ahmad Shamlou

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Resurrección Yo fui todos los muertos: los muertos de los pájaros que cantan y están silenciosos, los muertos de los más bellos animales de tierra y agua, los muertos de todos los hombres buenos y malos. Y estuve allí en el pasado sin canción.- sin una sonrisa ni un anhelo. Tu afecto hizo que me vieras de noche en tu sueño y desperté contigo. ..... Traducción de Clara Janés

Abelardo Castillo

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  Sylvia Amor amor no cabe en las palabras saber que estás ahí como si el tiempo no hubiese transcurrido entre el origen del mundo y esa puerta como si todo hubiera sido siempre tu pelo de oro azul sobre mi almohada. Amor amor hace mil años aconteció una historia parecida. Los dos ya son palabras y ceniza pero nosotros somos aún el laberinto vivo de tu oreja un sonido de río en tu cintura los caracoles que yo salgo a buscar en la arena dorada de tu vientre. Cómo decir ahora que oí cómo la noche (estás dormida como nadan los caballitos de mar) dibujó otra figura con tu cuerpo. Amor amor construida en la noche de mi casa! (1987)

Julio Cortazar

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Los amigos  En el tabaco, en el café, en el vino, al borde de la noche se levantan como esas voces que a lo lejos cantan sin que se sepa qué, por el camino. Livianamente hermanos del destino, dióscuros, sombras pálidas, me espantan las moscas de los hábitos, me aguantan que siga a flote entre tanto remolino. Los muertos hablan más pero al oído, y los vivos son mano tibia y techo, suma de lo ganado y lo perdido. Así un día en la barca de la sombra, de tanta ausencia abrigará mi pecho esta antigua ternura que los nombra.

Raymond Carver

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Fragmento final ¿Y conseguiste, a pesar de todo, lo que querías en esta vida? Lo conseguí. ¿Y qué querías? Considerarme amado, sentirme querido sobre la tierra.

Jorge Aulicino

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  El río 3 ¿Qué necia circunstancia me puso a mirar el marco de un cartel a esta hora, y tras él maderas podridas de un embarcadero? Sé cómo se puede vivir en la Luna; encararía a alguno y le diría “mi ataraxia es una nube que descendía tanto, tanto, sobre una canoa”. Puedo estar ausente de esto, y de todo, diría, pero hoy me persigue esta madera, en esta veo la sustancia del momento pegada a ella, como si transpirase de ella, y todo embarga y fascina, no impide la vida, sino que uno se ve de pronto algo más que ligado al ambiente de la madera, el marco del cartel, la casa del embarcadero sospechoso: se ve absorbido por un implacable Maelström, del que nunca volvió nadie, y si volvió tenía algas pegoteadas, papeles deshechos en la cara. Es “una multitud de despeñaderos” * y eso solo es inimaginable. Pero a ser eso tienden esta madera gris y sus resquebrajaduras. El tiempo la trabajó allí. Poner se puede un ancla en el río, pero no hay ancla que impida el avance del mal tiempo sobre...

Pablo Seguí

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Desde el porche de casa  “¡Jefe!”, le grito, “¡jefe!”,  a través de la reja.  Él arrastra sus bolsas  cartoneras a pie.  Se detiene. Le paso  diez o quince latitas  de Coca-Cola. “Gracias,  viejo”, y vuelta a tirar.  No pude ver su rostro.  Él tampoco vio el mío. 

Jorge Luis Borges

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  Ausencia Habré de levantar la vasta vida  que aún ahora es tu espejo:  cada mañana habré de reconstruirla.  Desde que te alejaste,  cuántos lugares se han tornado vanos  y sin sentido, iguales  a luces en el día.  Tardes que fueron nicho de tu imagen,  músicas en que siempre me aguardabas,  palabras de aquel tiempo,  yo tendré que quebrarlas con mis manos.  ¿En qué hondonada esconderé mi alma  para que no vea tu ausencia  que como un sol terrible, sin ocaso,  brilla definitiva y despiadada?  Tu ausencia me rodea  como la cuerda a la garganta,  el mar al que se hunde.