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Mostrando las entradas de octubre, 2024

William Carlos Williams

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El asfódelo, esa flor verdosa Del asfódelo, esa flor verdosa, como un botón de oro sobre su tallo bifurcado -salvo que es verde e inexpresiva- vengo, querida mía, a cantarte. Vivimos mucho tiempo juntos una vida llena, si vos querés, de flores. Así es que me alegré al enterarme de que también había flores en el infierno. Hoy estoy colmando del recuerdo atenuado de aquellas flores que ambos amábamos, incluida esta pobre cosa sin color, -la vi por primera vez cuando era chico- de escaso valor entre los vivos, aunque los muertos al verla se preguntan: ¿qué es lo que recuerdo que tenía una forma como esta? mientras nuestros ojos se cubren de lágrimas. De amor, de amor constante seguirá hablando, aunque tan débil, la colorea  una pátina de púrpura que la hace del todo creíble. Hay algo algo urgente que tengo que decirte solo a vos, pero habrá que esperar mientras bebo en el goce de tu compañía, quizá por última vez. Y así, con angustia en el corazón, lo demoro y sigo hablando porque no me a

Bernabé De Vinsenci

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16 No soy hombre, mi niño tal vez me quedé en la mitad de ese niño adulto que le cocinaba a las visitas y de ese hombre-niño que no sabe freír cebolla ni simular buena cara. Me define la mañana de primavera nublada. El almanaque con la fecha de hoy de un año que pasa o que va a pasar. Me da la sensación de que vengo de otro hombre y que voy a otro nombre como los parajes del ferrocarrril donde el tren dejo musgos en las vías.

Vilma Tapia Anaya

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La pregunta por el mal se aligera en la sangre de mi memoria Ha aparecido un arcoíris  nubes de cristal muy bajas tocan las hendiduras de la cordillera desde Buenos Aires Susana me escribe ve que las mujeres que fueron víctimas de la violencia  hoy se unieron y que el mundo cambiará Yo sigo a las nubes deshilachándose descargan su leve peso sobre la tierra la pregunta por el mal se aligera en la sangre de mi memoria dos canarios encendidos se posan en un cable envuelta con mis inmemoriales vestidos  predigo un jardín 

Kaira Vanessa Gámez

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Oí versos perdidos de camino a Pampán. Me pidieron que mirara con la noche que cediera todo idioma hasta olvidar mi casa enceguecida. Me advirtieron              que no vería sino voces              que no sería sino en mí              que habría de aceptar un cuerpo que no ha de ver que mi voz esperaba allá               -dijeron-       al pie del río que una familia pasaría a mi lado, de prisa buscando, desmantelada su propia búsqueda.

Roberto Echavarren

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  La línea de la mano baja gruesa desde el cielorraso y se abisma delgadísima contra el zócalo. Pájaros supernumerarios se han posado en cada rama desglosada de la línea principal, cada pájaro lleva un nombre, conceptos singulares agarrados a cada nervadura, el viento levanta las plumas y escapada por todos lados. La línea de vida continúa, desfibra las nervaduras, se afina en el abismo del zócalo y ya no sabemos cuál color, si amarillo encarnado punzó fuimos en aquel momento. Una pleroma de mantarraya en el fondo arcilloso lanza golpes furibundos con su cola de lanza, destello azul sobre la arena levanta un caos alrededor de sí, un precipitado browniano, confunde la presa desatenta a la sorpresa de la boca venenosa.

Elvio Romero

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Señales Mis señales: la cáscara arrojada en el naranjal; una baraja aparecida en la ventana, un cigarrillo en el umbral y al filo del amanecer; el relincho de un potro al borde del maizal; algo que se presienta en el aire como la avecinación de la lluvia o el paso de un felino aproximándose. Serán así mis señales. Y mi mensaje: una hoguera en el descampado, en la quietud de la noche, una llama ardorosa permanentemente prendida en esas lomas, con su costumbre de atraerte centelleando a tu lado, besándote los pies, el muslo inquieto, hoguera terrible con la muerte y la vida en sus fulgores. Por donde mires la señal será tuya; por donde vayas tendrás la huella del hombre, el halo de su poncho de estrellas, el olor que ha dejado a su paso, el beso que abrió el portón yendo a tus fondos; por donde busques hallarás mi presencia, mi sombrero mojado en el sereno, porque te habré dejado mitad de mi fragancia, mitad de mi aflicción y mi aventura, mitad del alborozo y del recato de ese instante e

Hernán Bravo Varela

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Filóstrato anuncia Mi corazón no es de Fabio: es Fabio.    Fabio lo habita y Fabio lo avitualla. Fabio es su músculo y su sangre. Fabio    tiene la forma de mi corazón: una manzana hespérida, un carruaje    tirado por el sol fuera del pecho. Como Fabio no está, no estoy tampoco    para nadie —eso te incluye, Asclepio, y los meses de renta que te debo.

Wislawa Szymborska

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Planeo el mundo, como risa para los idiotas, llanto para los melancólicos, peine para los calvos, zapatos para los perros. He aquí el capítulo: Lenguaje de los Animales y las Plantas,  y junto a cada especie  su respectivo diccionario. Hasta un simple buenos días  intercambiado con un pez  tanto a ti como al pez y a todos  los reafirma en la vida. ¡Esa desde antaño presentida  y de repente real improvisación de palabras por el bosque! ¡Esa épica de las lechuzas! ¡Esos aforismos del erizo  compuestos justo  cuando estamos convencidos  de que, nada, sólo duerme! El tiempo (capítulo segundo)  tiene derecho a entrometerse  en todo, lo malo y lo bueno. Sin embargo, ese triturador de montes, desplazador de océanos, presente en el girar de los astros, no tiene el menor poder sobre los amantes, pues están tan desnudos, tan abrazados, con el alma aguzada como un gorrión en el hombro. La vejez es sólo una moraleja  en la vida de un criminal. Así pues, ¡todos son jóvenes! El sufrimiento (capítulo

Jorge Aulicino

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Li Po Li Po no quiso hacer poesía de la corte cuya proliferación de dorados y rojos lo habrá embriagado. El innombrable despliegue de artesonados y trajes, la imposibilidad de memorizar los detalles de solo un atavío, conducían a la locura. Fue a la montaña y se encontró con un paisaje de barcas sobre cristal, copas que destellaban como los rubíes, el vuelo de las garzas y el de los sombreros, la carne que no podía ser dicha, el espectro de Tu Fu entre los altos pinos que cantaban una canción irreal. Bosques y laderas le recordaban el musgo sobre las piedras de los jardines imperiales, esa naturaleza en miniatura. Li Po vio que no podía escaparse de inverosímiles escenarios, ni de las artes marciales y el arte caligráfico. Fingió una perenne borrachera y mezcló elixires, jamás supo si estaba dentro o fuera de sí, en qué consistía la lírica.

Raymond Carver

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Simple Un claro en las nubes. El macizo perfil de las montañas azules que se  recorta en el horizonte. El amarillo apagado de los rastrojos. El río oscuro. ¿Qué estoy haciendo en este lugar,  solo y cargado de culpas?   Sigo comiendo las frambuesas de la fuente. Si estuviera muerto, me recuerdo, no podría saborearlas. Nada es tan simple. Sí, todo es así de simple. Tradución de Esteban Moore

Arthur Rimbaud

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El relámpago ¡El trabajo humano! explosión que ilumina mi abismo de vez en cuando.       “Nada es vanidad; ¿hacia   la   ciencia, y adelante!, exclama el Eclesiastés moderno, es decir Todo el mundo. Y sin embargo los cadáveres de los malvados y de los holgazanes caen sobre el corazón de los otros… ¡Ah!  rápido, un poco rápido; allá lejos, más allá de la noche, esas recompensas futuras, eternas… ¿las eludiremos?      –¿Qué puedo hacer? Conozco   el trabajo; y la ciencia es demasiado lenta. Que la plegaria galopa y la luz brama… bien lo veo. Es demasiado simple y hace demasiado calor; prescindirán de mí. Tengo mi deber, pero me enorgullecería como muchos, dejándolo a un lado.       He malgastado  mi vida. ¡Vamos! Finjamos, holguemos, ¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos, soñando amores monstruosos y universos fantásticos, quejándonos y combatiendo las apariencias del mundo, saltimbanqui,  mendigo, artista, bandido, –¡sacerdote! Sobre mi lecho de hospital, el olor del incienso retornó

W.S. Merwin

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Entre los ojos Los guías ciegos han venido por nosotros Los invocamos con la idea de salvarnos Estos son los términos Nada es perdonado nada es recordado Y ordenar nos dicen nunca fue algo nuestro Traducción de Mauricio Montiel Figueiras

Emily Dickinson

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1013 Demasiado limitado era morir por ti, un mero griego podría hacerlo. El ser vivo es más costoso- yo ofrezco aún eso- morir, es, una bagatela, pasada, Pero vivir, incluye un morir multiforme- sin alivio de estar muerto. Traducción de Silvina Ocampo

Gabriel García Márquez

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  Soneto matinal a una colegiala ingrávida Al pasar me saluda y tras el viento que da al aliento de su voz temprana en la cuadrada luz de una ventana se empaña, no el cristal, sino el aliento Es tempranera como una campana. Cabe en lo inverosímil, como un cuento y cuando corta el hilo del momento vierte su sangre blanca la mañana. Si se viste de azul y va a la escuela, no se distingue si camina o vuela porque es como la brisa, tan liviana que en la mañana azul no se precisa cuál de las tres que pasan es la brisa, cuál es la niña y cuál es la mañana.

Eliseo Diego

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Esta mujer Esta mujer que reclinada junto a la borda inmóvil de su casa soporta con las manos arrugadas el peso dócil de su tedio, sólo escuchando el tiempo que le pasa sin gracia ni remedio. Esta mujer, desde la borda blanca de su balcón, que el patio encierra, mira correr, ansiosa y sorda, la estela irrestrañable de la tierra.

Wallace Stevens

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Té Cuando, en el parque, la begonia se ajaba con la escarcha, y, en las sendas, las hojas corrían como ratas, la luz de tu linterna se abatió sobre brillantes almohadones, sobre sombras marinas y celestes, tal sombrillas en Java. Traducción de Andreu Jaume.

Antonio Cisneros

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Y antes que el olvido nos Lo que quiero recordar es una calle. Calle que nombro por no nombrar el tambo de Gabriel y el pampón de los perros y el pozo seco de Clara Vallarino y la higuera del diablo. Y quiero recordarla antes que se hunda en todas las memorias así como se hundió bajo la arena del gobierno de Odría en el año 50. Los viejos que jugaban dominó ya no eran ni recuerdo. Nadie jugaba y nadie se apuraba en esa calle, ni aun los remolinos del terral pesados como piedras. Ya no había hacia dónde salir ni adonde entrar. La neblina o el sol eran de arena. Apenas los muchachos y los perros corríamos tras el camión azul del abuelo de Celia. El camión de agua dulce, con sus cilindros altos de Castrol. Yo pisé entonces una botella rota. Los muchachos (tal vez) se convirtieron en estatuas de sal. Los perros (pobres perros) fueron muertos por el guardián de la Urbanizadora. Y la Urbanizadora tenía unos tractores amarillos y puso los cordeles y nombró como calles las tierras que nosotros

Joaquín Giannuzzi

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  Lázaro   Los granos de trigo egipcio germinaron después de cuatro mil años de sombra. Esto puede parecer demasiado hermoso. Pero si la energía de la vida soñó largamente en medio de la muerte unas pocas gotas de agua y de luz bastan para que Lázaro mueva los párpados.

Wisława Szymborska

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Bajo una pequeña estrella  Que me disculpe la coincidencia  por llamarla necesidad. Que me disculpe la necesidad,  si a pesar de ello me equivoco. Que no se enoje la felicidad por  considerarla mía. Que me olviden los muertos que apenas si  brillan en la memoria. Que me disculpe el tiempo por el mucho  mundo pasado por alto a cada segundo. Que me disculpe mi viejo amor por  considerar al nuevo el primero. Perdonadme, guerras lejanas, por traer  flores a casa. Perdonadme, heridas abiertas, por  pincharme en el dedo. Que me disculpen los que claman desde el  abismo el disco de un minué. Que me disculpe la gente en las estaciones  por el sueño a las cinco de la mañana. Perdóname, esperanza acosada, por reírme  a veces. Perdonadme, desiertos, por no correr con  una cuchara de agua. Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta  misma jaula, inmóvil mirando fijamente el mismo  punto siempre, absuélveme, aunque fueras un ave  disecada. Que me disculpe el árbol talado por las  cuatro patas de la

A. E. Stallings

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  La lógica del cuento de hadas  * Los cuentos de hadas están llenos de tareas imposibles: recoger los pelos de la barba de un macho cabrío antropófago, o cruzar un mar sulfúrico en una barca que hace agua, elegir el príncipe de una hilera de máscaras idénticas, acercarse de puntillas adonde un dragón toma el sol y robarle su hueso; contar motas de polvo, una a una, o aprenderse de memoria la guía telefónica. Lo que alguien pide siempre es imposible. Debes combatir la magia con la magia. Has de creer que guardas en la manga algo imposible, el lenguaje de las serpientes, quizás, un manto invisible, un ejército de hormigas a tu disposición, o una broma mortal, el deseo de hacer lo que deba hacerse: casarse con un monstruo. Entregar a tu primogénito. Traducción de Jonio González

Jaroslav Seifert

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  Ser Poeta La vida ya hace tiempo me enseñó que la música y la poesía son en este mundo lo más hermoso que puede darnos, excepto el amor. En una antigua crestomatía, publicada aún en tiempos del viejo Imperio austrohúngaro, en el año en que murió Vrchlický busqué el tratado que hablara de poética y de los adornos poéticos. Luego puse una rosa en un vasito, encendí una vela y empecé a escribir mis primeros poemas. Inflámate, llama de las palabras, y arde, aunque acaso me quemes los dedos. Una metáfora sorprendente es más que un anillo de oro en la mano. Pero ni siquiera la metodología de Puchmajer me sirvió de nada. En vano recogía las ideas y con fuerza cerré los ojos para poder oír el misterioso primer verso. En la oscuridad, lugar de las palabras, entreví una sonrisa de mujer y en el viento cabellos ondeantes. Era mi propio destino tras el que corrí, tropezando a veces, sin respirar, toda mi vida.  Traducción: Clara Janés

Bertolt Brech

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  Soy una anciana. Al despertarse Alemania recortaron las pensiones. Mis hijos me daban dinero de vez en cuando un dinerillo. Pero yo ya no podía comprar casi nada. Al principio iba menos a las tiendas donde antes compraba a diario. Pero un día me lo pensé mejor y volví a diario a la panadería y a la verdulería como antigua clienta. Escogía cuidadosamente entre los comestibles y no me llevaba ni más ni menos que antes: añadía los panecillos al pan y los puerros al repollo y sólo cuando me hacían la cuenta, lanzaba un suspiro rebuscaba con mis rígidos dedos en el monedero y confesaba, sacudiendo la cabeza, que no me alcanzaba el dinero para pagar aquellas pocas cosas y, con nuevos movimientos de cabeza, salía de la tienda, a la vista de los parroquianos. Y me decía: si todos los que no tenemos nada dejamos de aparecer donde se exhibe la comida, podrían pensar que no necesitamos nada. Pero si venimos y no podemos comprar nada, se sabrá cómo están las cosas. Traducción: José Muñoz Millane