William Carlos Williams
El asfódelo, esa flor verdosa Del asfódelo, esa flor verdosa, como un botón de oro sobre su tallo bifurcado -salvo que es verde e inexpresiva- vengo, querida mía, a cantarte. Vivimos mucho tiempo juntos una vida llena, si vos querés, de flores. Así es que me alegré al enterarme de que también había flores en el infierno. Hoy estoy colmando del recuerdo atenuado de aquellas flores que ambos amábamos, incluida esta pobre cosa sin color, -la vi por primera vez cuando era chico- de escaso valor entre los vivos, aunque los muertos al verla se preguntan: ¿qué es lo que recuerdo que tenía una forma como esta? mientras nuestros ojos se cubren de lágrimas. De amor, de amor constante seguirá hablando, aunque tan débil, la colorea una pátina de púrpura que la hace del todo creíble. Hay algo algo urgente que tengo que decirte solo a vos, pero habrá que esperar mientras bebo en el goce de tu compañía, quizá por última vez. Y así, con angustia en el corazón, lo demoro y sigo hablando porque no me a